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Constitución y veleidad

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Ayer se conmemoró la jura de la Constitución. Hay dos mojones básicos y fundantes para el Uruguay como nación: la independencia, que es la decisión colectiva de gobernarnos a nosotros mismos libres de cualquier dominación extranjera, y la jura de la constitución, que es la decisión de gobernarnos según una ley pareja para todos y superior a cualquier interés particular.

Ayer se conmemoró la jura de la Constitución. Hay dos mojones básicos y fundantes para el Uruguay como nación: la independencia, que es la decisión colectiva de gobernarnos a nosotros mismos libres de cualquier dominación extranjera, y la jura de la constitución, que es la decisión de gobernarnos según una ley pareja para todos y superior a cualquier interés particular.

Días antes de conmemorarse la jura de la Constitución la presidenta del Frente Amplio tuvo la idea de señalar lo que ella considera fallas importantes de la Constitución en relación al derecho de propiedad. Mónica Xavier es médica de profesión pero cuenta en filas de su propio partido varios expertos en derecho constitucional como Cassinelli Muñoz, Korzeniak y otros, cuyos libros podría haber consultado antes de emitir opiniones tan mal fundamentadas y peor razonadas como las que se le oyeron proferir.

También Mujica, como se recordará, menospreció a la Constitución aduciendo que había sido escrita por estancieros. No sabemos si se refería a los constituyentes de 1830: quizás el nombre de Larrobla le sonaba a Mujica como de terrateniente (en realidad Larrobla era cura y senador, nunca fue estanciero). A lo mejor Mujica se refería a las reformas posteriores. Nunca lo sabremos. Lo que se pone de manifiesto en ambos casos -no sin justificado sobresalto de nuestra parte- es la falta de información y consulta para pronunciarse sobre temas ajenos a sus respectivas competencias. Pero, además de la ignorancia específica del asunto sobre el que se opina, hay un desconocimiento político de la ponderación y tino con que debe ser tratado todo lo referido a ese acuerdo básico de convivencia que es la Constitución. Las mayorías parlamentarias absolutas, que le han permitido al Frente Amplio hacer cualquier cosa, han llevado a que sus dirigentes crean que también pueden decir cualquier cosa, disparatada o sensata, y que igual será aceptada por la población, del mismo modo que su bancada parlamentaria supo aceptar la orden de desdecirse de la palabra empeñada en torno a la materia de dos plebiscitos (con la única excepción de decencia del diputado Semproni). En el Frente se respira una sensación de poder que, por un lado, impulsa la improvisación y por el otro degrada los problemas nacionales a riñas y disputas en la interna partidaria. La práctica de decir cualquier cosa ha llevado, también en estos mismos días, a que el joven Sendic y asociados escogidos hicieran resonantes propuestas sobre el uso de las reservas. También recordará el lector que Mujica, al despuntar su mandato, había propuesto usarlas no recuerdo para qué. En la ignorancia anida el primitivismo: es la visión del mundo visto desde la chacra (la del Cerro o la mental). Se imaginan a las reservas como estibas de lingotes o fardos de billetes descansando en las bóvedas del Banco de la República detrás de una enorme puerta de hierro cerrada con combinación. Un habitante del siglo XXI sabe que en este mundo de hoy las reservas no yacen en ningún lugar: son asientos contables, compromisos externos o internos del país, respaldos financieros de cosas inmateriales como el investment grade y otras obligaciones del país con destino asignado.

Hablaba Artigas, justamente en referencia a la Constitución, de la veleidad de los hombres.

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Juan Martín Posadas

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