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Comprender y no dejar pasar

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Juan Martín Posadas
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En las sociedades humanas a veces suceden cosas que la propia sociedad genera espontáneamente: no provienen de un acto de gobierno ni de ningún lider, ni de una campaña organizada. Un caso de eso son "los autoconvocados".

Quienes se sienten amenazados o molestos por ese movimiento le niegan esa condición y atribuyen a fuerzas ocultas su origen o su planificación. Lo que efectivamente está detrás de ese movimiento espontáneo es un amplio enojo social y así como una genérica aspiración de otro tipo de estado y de sociedad. Si el conjunto de la sociedad uruguaya no se da cuenta de lo que se ha generado en su seno, eso va a marchitarse. Si alguien —dirigente político, formador de opinión— se da cuenta de la autenticidad y dimensión de lo acontecido, entonces sobrevivirá y será un fermento transformador de la sociedad uruguaya. Los dirigentes políticos no tienen que meterse en ese movimiento apolítico ni tratar de llevar esa agua para su molino. Pero el Uruguay se sentirá reconfortado si advierte que sus dirigentes políticos se dan cuenta de las cosas que se generan solas en la sociedad.

Darse cuenta es ponerlo en palabras, encontrar las palabras adecuadas para hacer inteligible aquello que salió a la luz en Durazno aquel día de Enero. Hay que hacerlo inteligible aún para los que convocaron y para los que asistimos, porque ninguno entendimos del todo lo que se estaba manifestando de forma autoconvocada en el seno de la sociedad uruguaya. Si no se pone en palabras, si no se hace inteligible y no se entiende o se entiende mal, aquella fuerza que se gestó en el seno de la sociedad uruguaya y salió a la luz aquel día, no va a servir para nada.

Hacerlo inteligible, en primer lugar, es comprender que, si bien tuvo un tinte rural, refiere al Uruguay entero, a su economía, a su cultura, a su política, a sus valores. Critica y propone en ese ancho horizonte y el que no lo vea así que repase la proclama y las palabras de Blasina y del Serrano.

El sociólogo Gustavo Leal escribió hace unos años que había tres Uruguay. Un Uruguay moderno, abierto al futuro, emprendedor, corajudo y dispuesto: es el Uruguay que exporta software o que produce más de 200 bolsas de arroz por hectárea. Luego hay un segundo Uruguay medroso, segurola, con su máxima aspiración ubicada en el estado y en el empleo público y sus ambiciones son preservar el pasado. Y está el tercer Uruguay, el marginal, el de los asentamientos, el Mides y el Comcar. Los autoconvocados son un claro componente del primer Uruguay.

Mora y Araújo, prestigioso sociólogo argentino, tiene un libro titulado "La Argentina Bipolar" donde describe a su sociedad dividida. Por un lado, los segmentos sociales que aceptan el futuro de la modernidad, con los desafíos de la globalización, la tecnificación y el trabajo (empleos) que ya no requieren músculo sino cerebro y educación, confiados en la capacidad personal y no en el ascenso por antigüedad y la prima por presentismo. Y por el otro lado, los que resisten los cambios (allá CGT, acá Pit-Cnt) los que apuestan a conservar los lugares de trabajo y no el trabajo, cerrados al mundo (contra los TLC), rechazando la competencia y la productividad.

Según Mora y Araújo la Argentina está partida según esos parámetros. ¿El Uruguay? Algo ha pasado en la sociedad uruguaya que hizo brotar en su seno a los autoconvocados.

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