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Coalición y coparticipación

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juan martín posadas
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El domingo pasado -y muchas veces más en lo que va del año- he tratado de resaltar que la invocación a un futuro gobierno de coalición y el compromiso con esa forma y estilo de gobierno manifestados por el candidato del Partido Nacional, no constituyen una estrategia electoral sino que son una propuesta política de fondo. Los discursos de todos los candidatos se desgranan en propuestas para encarar los problemas que el Uruguay tiene hoy en materia de economía, gasto fiscal, salud, educación, seguridad pública y demás. Por debajo (o por encima) de todo eso está la necesidad de encarar la recomposición de un sentido nacional. De eso se habla poco.

El sentido nacional ha sido afectado por el enfoque exclusivista que asumieron los gobiernos del Frente Amplio impulsados por la mayoría parlamentaria absoluta conseguida en las urnas y por la preponderancia que, al interior del Frente, han adquirido los grupos de ideología única. El Frente Amplio -que sabe como sabemos todos que en el próximo período no habrá mayorías propias- insiste (o se deja llevar, o no puede zafarse) en un discurso absolutista, es decir, anticoalición. Aun figuras de origen democrático, como el Ing. Martínez, entreveran en su discurso rasgos exclusivistas de tono imperial cuando afirman que el único proyecto político que hoy se le ofrece al Uruguay es el del Frente Amplio.

Se sabe que la instalación de relatos es lo que va modelando las sociedades y los partidos. El relato de proyecto político único sobre el que insiste el Frente Amplio es -discúlpenme- un relato absolutamente inconveniente para las condiciones del próximo gobierno que, según todos los pronósticos, necesitará de una coalición para funcionar. En cambio el relato que sustenta y alimenta una sociedad plural es el relato de la variedad de partidos reconocidos y legitimados por igual. En nuestro país eso tiene un antecedente fundamental en la Paz de Abril (1872) que reconoció al adversario como componente legítimo y necesario de cualquier proyecto nacional y fijó una coparticipación incluso territorial. Los actores políticos alimentados en esa tradición se preocupan, antes que nada, en sustentar un sistema de convivencia en donde se establezcan y se respeten reglas de juego para la diversidad de visiones, es decir, para el forcejeo pactado del poder entre iguales que piensan distinto. Gobernar hoy quiere decir ayudar a los ciudadanos, que tienen dificultades para verse a sí mismos como miembros de una comunidad, para que puedan encontrar su lugar en una totalidad visible e inteligible.

El insistente planteo y compromiso del candidato del Partido Nacional con un gobierno de coalición si triunfa en las elecciones es, por un lado, la propuesta más renovadora frente al exclusivismo que ha ejercido el Frente Amplio gobernando y que vuelve a plantear en su plataforma electoral. Por el otro lado apunta a sanar y recomponer un sentido de nación y de destino compartido. La reconstrucción de aquel Uruguay interpretado y sentido como capaz de armar un sistema de convivencia en la diferencia pasa por la decisión de reconocerle lugar al otro, al que tiene otra visión política pero también es parte del Uruguay. Ese ha sido y es el discurso del candidato del Partido Nacional y revela la lúcida conciencia de cuál será la principal tarea.

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