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La campaña electoral

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Todavía no ha terminado el verano y ya se lanzó la campaña electoral.

Se habla mucho acerca de que esta campaña vaya a ser muy dura; lo repiten sobre todo ciertos periodistas, con una constancia que lleva a sospechar que eso es lo que esperan, ya que el negocio de muchos de ellos, lo que vende, es el escándalo.

Ciertas figuras del oficialismo ya comenzaron a colaborar para que aquel anuncio se vaya cumpliendo. Sin embargo, tengo mis dudas respecto a que la campaña se vaya a desarrollar así como la anuncian. Según aquella sabia puntualización de que se precisan dos para bailar el tango, si las injurias y las bajezas quedan sin respuesta nada sucede: los (y las) que insultan hablan solos, los periodistas se quedan sin escándalo y la ciudadanía no respira aire viciado.

El estado de ánimo o la circunstancia que desencadena el insulto personal o la furia convertida en adjetivos tiene lugar -como es lógico- en los que piensan que van a perder las elecciones y no en los que piensan que pueden ganar.

Es obvio. Y se está cumpliendo; las descalificaciones y los agravios personales que se han visto hasta ahora han provenido de figuras del Frente Amplio. Eso favorece claramente a los Partidos desafiantes en cuanto pone a la vista de todos la presencia anticipada de la derrota en el ánimo frenteamplista.

Lo que sí creo que puede pasar en la campaña electoral que comienza no es que vaya a ser la más dura sino la más pobre de argumentaciones, la de dialéctica más escuálida. No lo será directamente por culpa de los actores intervinientes, por eventual pobreza de ideas o falta de proyectos y planes de gobierno, sino porque la circunstancia política lleva a que la campaña se reduzca a una sola cuestión previa. La cuestión que antecede todo y supedita todo es: si se quedan o se van.

Todo lo demás viene después y será según sea el desenlace de ese dilema shakespeariano.

Nada va a cambiar si el Frente Amplio sigue en el gobierno: ellos no van a ir contra lo que ellos mismos crearon o dejaron ser, y lo van a defender como defendieron el diploma de Sendic: con mil argumentos y maniobras hasta que no pudo sostenerse más. La foto de los cuatro precandidatos frentistas en el lanzamiento de su campaña es elocuente: lo que ofrecemos al Uruguay es un cuarto gobierno del Frente: y punto.

Y la misma realidad indica que los Partidos y candidatos desafiantes no tienen otra meta u objetivo prioritario que desbancar al Frente Amplio del gobierno (y de la dominación cultural). Porque si no se consigue eso todo lo demás que los Partidos desafiantes puedan proponerse y proponerle al Uruguay queda en puras palabras.

Esta lógica tan cruda resulta impuesta por la realidad. La ciudadanía estará enfrentada a una opción de hierro: habrá de decidir su voto entre quienes se lo piden para quedarse y quienes se lo piden para sacarlos (entre quienes verosímilmente pueden hacerlo y quienes no llegan). Una vez dilucidado ese punto se podrá empezar a hablar de cambios y de cómo debe ser el Uruguay del mañana.

Claro que para tener algo interesante que decir cuando llegue ese momento habrá que haber pensado mucho, armado equipos competentes y tejido relacionamientos políticos consistentes.

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