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Una batalla definitiva

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JUAN MARTÍN POSADAS
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Uno de los problemas más graves que pesa sobre nuestro país no puede ser estimado en millones de dólares o de pesos. El déficit educacional acumulado ha producido al día de hoy una sociedad más ignorante y, a la vez, más injusta. 

La educación que está al alcance del pobre es peor que la que está al alcance del rico.

Esta penosa situación se viene agravando hace años. En el Uruguay del viento de cola (del 2002 para delante) se proclamó una solución en dinero: el 5% (¿o era el 6%?) del presupuesto para la educación fue la consigna. Consigna o simplificación propia de gente ya con mermada educación. De escarbar un poco y buscar otras causas, nada; con unos mangos todo se solucionaría.

Se dice que la enseñanza no puede arreglarse sin los docentes o en contra de los docentes. Esto es verdad. Pero hay que darlo vuelta y así aparece lo que en realidad es: lo que ha hecho imposible modificar el desastre educacional ha sido la oposición de los docentes. No todos, pero sí los que han ocupado las direcciones de los sindicatos correspondientes.

Esta semana que termina fue divulgada la noticia de que Secundaria había resuelto sumariar, con separación del cargo, al profesor Slamovitz, dirigente sindical y docente de historia, por haber acumulado entre los años 2016-2017 la friolera de 250 horas de no dar clase invocando tareas gremiales. El Sr. Landoni, que era Consejero en aquel tiempo de retozos sin control, pidió que no se divulgaran esos hechos para evitar, sic, el escarnio público hacia los docentes. No hay escarnio: hay indignación.

El escarnio público hacia los docentes lo vienen provocando los propios dirigentes gremiales de Fenapes, que se conducen como se conducen y tratan de justificar o que no se sepa. El gremio y el Pit-Cnt están empeñados en defender a Slamovitz. El senador Andrade estuvo en esa tesis el martes cuando debatió con Manini y el nuevo Presidente del Frente, Fernando Pereira, también. La indignación que estos procedimientos generan no cae sobre los sindicatos sino sobre los malos dirigentes sindicales. Si el lector quiere otro ejemplo reciente tenemos el conflicto en Conaprole: decretaron paro porque la cambiaron el turno a UN operario.

Grünberg, Rector de la ORT, nos recordó hace una semana en este espacio: “En Corea, Finlandia o N. Zelanda el 90% de los alumnos culmina secundaria: en Uruguay es menos del 40%. Si educar es brindar luz, la no culminación de secundaria es el corazón de la oscuridad”. Casi el 80% de los alumnos de hogares ricos termina secundaria: es una cifra comparable con Canadá o la Unión Europea. En los hogares pobres solo el 20% termina liceo. La enseñanza hoy produce en nuestro país desigualdad e injusticia social. El país de clase media murió por eso.

La mayoría de los uruguayos está azorada e indignada. Este gobierno ha incluido en la Ley de Urgente consideración una serie de medidas para contrarrestar, por un lado, los déficits educativos y, por el otro, contener los desbordes sindicales. Se trata de cambios necesarios. Los que quieren derogar la LUC están empeñados en que nada cambie y que sigamos sin reconocer siquiera los daños que han herido al Uruguay, desde la tranca educativa a la tranca de ciertos sindicatos dirigidos por déspotas primitivos: las dos cosas se conjugan en la generación del atraso nacional y la injusticia. Vamos a enfrentar ambos diciendo No a la derogación de la LUC.

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