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Acá no puede pasar

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juan martín posadas
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Hubo un tiempo -largo tiempo- en el cual el uruguayo tuvo motivos reales para considerar que vivía en un país de excepción. Acá no pasaban las cosas que sacudían y hasta caracterizaban a la región.

Mucho tiempo después de que las realidades que daban sustento a esa sensación hubiesen desparecido, la sensación -convertida en melancólico engañosubsistía.

Muchos intelectuales y unos cuantos políticos de izquierda se enojaron y se burlaron alternativamente de esa sensación de excepcionalidad: el compromiso latinoamericano hacía necesaria mayor proximidad con la desgracia. En todo caso aquel país de excepción no había sido creado por ellos (ni por la izquierda ni por los intelectuales) sino por sus denostados adversarios.

Pero el uruguayo es contumaz en ese familiar empeño de sentirse excepción y sigue pensando que acá no pueden suceder ciertas cosas; por ejemplo que se trata de un exabrupto irresponsable y sin base afirmar que en materia de inseguridad vamos camino a ser como El Salvador o Guatemala, según lo ha afirmado el Director de Policía Sr. Layera. Acá, en el Uruguay, eso es impensable.

En el lapso de mi vida personal he conocido (y, confieso, participado) en episodios de creencias similares. Cuando la guerrilla empezó a extenderse por el continente al impulso de la verba de Fidel Castro y de la explotación en la oscuridad de las minas o bajo el sol rajante de las plantaciones, el analfabetismo y la malaria, muchos pensamos que la guerrilla no podía prender acá, donde había un sistema educativo eficaz, una estructura social de clase media sin extremos distantes y una movilidad social efectiva y real. Pero tuvimos guerrilla y guerrilleros. Hubo que forzar un poco las cosas para que Bella Unión se pareciese a la Sierra Maestra, hubo que elaborar montañas de discursos y análisis de la realidad llenos de consignas y limpios de cualquier estadística pero, al final, conseguimos la guerrilla propia.

Después nos creímos que acá era impensable un golpe de estado militar o gobiernos desde el cuartel: nada más antiuruguayo. Pero, igual que nuestros vecinos de la región, tuvimos nuestro período de gobierno militar.

Ahora, este Uruguay decadente, que cree que Montevideo está limpio y que Martínez es un fenómeno, que tiene una Universidad de la República que produce graduados que escriben con faltas de ortografía, que tuvo que dispensarse de su Vicepresidente que hizo cuestión de defender un título profesional que no tiene (ni necesita), donde el secretario de la central sindical desparrama elogios sobre el régimen de Maduro asegurando que en ello representa al pueblo uruguayo (y se lo cree)… en este Uruguay que enfrenta tan melancólica y bolicheramente las sórdidas noticias policiales de cada tarde, hay gente que cree y afirma que, en materia de seguridad, no va a pasar nada parecido a la situación de El Salvador o Guatemala.

El Fiscal Díaz se enoja con Layera y le imputa poca autocrítica: descalifica al mensajero y nada percibe en el mensaje. Hemos caído en la anomia social, dice Layera, en la que no se cumplen las leyes y nadie quiere hacerlas cumplir estrictamente. El historiador Tito Livio (59 AC - 17 DC) describió el período de la decadencia del Imperio Romano como un estado en que ”nuestros defectos se nos hacen insoportables pero tampoco podemos tolerar las medidas necesarias para corregirlos”. Pero, claro, acá eso no puede pasar

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