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Sobre derechos humanos

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Gonzalo Aguirre RamÍrez

Comparto prácticamente "in totum" el último artículo dominical del Dr. Sanguinetti. Titulado "Derechos humanos: uso y abuso", el ex presidente censura en el mismo la visión hemipléjica que conduce a la condena reiterada y sistemática de su violación durante la dictadura y al olvido deliberado de su anterior atropello por no pocos de quienes hoy ejercen el gobierno.

Expresa con sobrada razón el Dr. Sanguinetti: "Se atribuye más gravedad a las faltas cometidas por funcionarios del Estado (cuestión éticamente discutible), ignorando que la violación sistemática la comenzaron precisamente quienes resolvieron que las urnas no serían las que ungirían a los gobernantes, sino el impulso mesiánico de la revolución armada". O sea, los tupamaros.

Este hecho, con configurar un grave error conceptual y una tergiversación de la verdad histórica, desborda los marcos del debate sobre el pasado y proyecta sus consecuencias sobre el presente. En efecto, si bien los protagonistas de la dictadura -muertos en su gran mayoría- no son actores políticos, sus enemigos guerrilleros de antaño sí lo son. Y hasta tienen la posibilidad de alcanzar una cuota de poder mucho mayor que la que tienen en el gobierno del Dr. Vázquez, desde que uno de ellos, José Mujica Cordano, es el más que probable presidenciable del Frente Amplio. Trátase, entonces, de señalar un hecho que no puede o no debe ser ignorado entre las diversas cuestiones a debatir en la campaña electoral.

Todos parecemos estar de acuerdo, en el Uruguay actual y desde hace tiempo, en respetar los derechos humanos y en condenar su violación. Esta condena se ha llegado a concretar en aberraciones jurídicas tales como la creación de delitos retroactivos, so capa de atribuirles carácter permanente, y de procesar por delitos largamente prescriptos.

Resulta aberrante, entonces, que se viva con los ojos en la nuca, quemando incienso en los altares de los derechos humanos conculcados por algunos en nombre del Estado, y, simultáneamente, se otorgue una indulgencia plenaria a quienes, ultimando y secuestrando gente, hicieron punta en la violación ostentosa de los derechos humanos.

¿O no eran tales los de las personas que fueron víctimas, entre 1968 y 1972, de dichos homicidios y secuestros?

Si tanto batifondo se hace en defensa retroactiva de derechos humanos pisoteados hace décadas, cabe preguntar: ¿es lógico que haya compatriotas dispuestos a votar para Presidente de la República a un ciudadano que, al igual que sus compañeros subversivos de antaño, ostenta una nutrida foja de atentados contra los derechos humanos?

Si haberlos violado con uniforme es, para sus partidarios, causa harto suficiente para ir presos sus autores más de 35 años después de los delitos que perpetraron, ¿haberlos violado antes, sin uniforme y a fin de instaurar una brutal dictadura marxista, no debiera ser condición inhabilitante para ser presidente de nuestro país?

Parece que casi nadie lo ha advertido.

La visión hemipléjica a que antes aludimos conduce a este absurdo. Y a otros. Así, a rasgarse las vestiduras por los derechos humanos hollados hace décadas y, desde el poder, a pisotear alegremente otros derechos humanos.

¿O no lo son los de tantos funcionarios destituidos arbitrariamente por jerarcas de esta administración, o sumariados una y otra vez por faltas imaginarias, hasta con retención total de haberes, condenándolos al hambre?

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