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Cambio o fuera

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En nuestro país los temas empresariales no concitan la atención de la sociedad. Sin embargo Ancap y Uber concentran en este momento la atención de los uruguayos. Ancap involucra más dinero, pero Uber es el desafío más trascendente porque tiene que ver con nuestra capacidad para enfrentar cambios.

En nuestro país los temas empresariales no concitan la atención de la sociedad. Sin embargo Ancap y Uber concentran en este momento la atención de los uruguayos. Ancap involucra más dinero, pero Uber es el desafío más trascendente porque tiene que ver con nuestra capacidad para enfrentar cambios.

Desde hace décadas nuestra fantasía es encontrar petróleo en nuestro país. Pero la prosperidad en el siglo 21 no surge del suelo sino de las personas, de su capacidad de crear, innovar y emprender. Una sociedad que no pueda cambiar no podrá ser próspera.

Muchas empresas extranjeras se instalan en Uruguay y compiten con empresas existentes. Las empresas existentes tienen el derecho de exigir trato tributario igualitario y si corresponde compensación por inversiones realizadas. Pero los gobiernos deben respetar estos derechos sin perder de vista el bien común. La gobernancia democrática no se puede ejercer siguiendo el “camino de mayor resistencia”, es decir el camino definido por los actores sociales que tengan la mayor capacidad de presión. La novedad más reciente es que el gobierno considera prohibir la aplicación Uber. Es dudoso que esto sea técnicamente factible y además restringir el acceso a Internet es propio de regímenes no democráticos. ¿Por qué Uber genera tanta resistencia? ¿Y por qué esto es trascendente?

Una razón por la cual Uber genera polémica es porque no ha cumplido, según las autoridades, con los trámites legales requeridos para vender su servicio. En un estado de derecho, todas las empresas deben cumplir con las reglamentaciones vigentes y no imponerse a través de hechos consumados. Pero existe confusión sobre cuáles son los trámites y permisos aplicables. Uber no es una empresa de transporte ya que no es dueña de vehículos ni emplea choferes o despachadores. Es una empresa de “interconexión” que conecta a personas que necesitan trasladarse con choferes dispuestos a trasladarlos. Las nuevas tecnologías permiten estas “interconexiones” a gran velocidad y muy bajo costo y por lo tanto muchos choferes pueden encontrar pasajeros sin necesidad de circular por la calle por horas o depender de paradas o despachadores. Como consecuencia, muchas personas que tienen necesidad económica, horas libres, libreta de conducir profesional y acceso a un vehículo adecuado, pueden obtener un ingreso trasladando personas. El dueño de un auto puede de esta manera rentabilizar su inversión, ya que un auto está usualmente inmóvil la mayor parte del tiempo. La falta de normas aplicables a nuevos desarrollos tecnológicos no debe ser excusa para que las empresas ignoren la normativa pero tampoco debe serlo para que los gobernantes prohíban las innovaciones. La industria del taxi es solo un ejemplo de esta “economía interconectada”. Otras empresas permiten alquilar habitaciones en casas particulares (Airbnb) o autos de particulares (RelayRides) por ejemplo. Nuevas tendencias sociales acompañan el desarrollo de la “economía interconectada”. Una de ellas es el retroceso de la propiedad privada. ¿Para qué comprar un auto, cuando puedo encontrar inmediatamente quien me lleve? Otra tendencia en retroceso es el trabajo en relación de dependencia y de tiempo completo. Las nuevas tecnologías permiten trabajar en horarios flexibles y cambiantes a personas que no podrían hacerlo de otra manera. Estas nuevas empresas cuestionan nuestra arraigada preferencia por ser empleados. Uber nos saca de esta zona de confort proponiendo que los choferes sean empresarios. El capital y el trabajo están integrados en la misma persona y por lo tanto ya no pueden ser la base de una supuesta oposición de suma cero.

Lo más peligroso de la discusión sobre Uber es que no estamos mirando el horizonte. Los sistemas de “movilidad a demanda” como Uber, no disminuyen la cantidad de trabajo humano, solo facilitan que los pasajeros elijan quién y cómo los traslade. Pero la tecnología actual es un paso intermedio hacia los autos autoguiados organizados en flotas autónomas. Mercedes Benz y BMW compraron los mapas digitales de Nokia para utilizar en sus futuros autos autoguiados, Google ya tiene autos autónomos funcionando, Apple está diseñando sus modelos y Uber acaba de inaugurar un laboratorio de desarrollo de autos autónomos en Pittsburgh. Esta tecnología está a pocos años de distancia. Tesla, una compañía líder en la fabricación de autos eléctricos, anunció que sus autos podrán autoconducirse 90% del tiempo el próximo año y Google anunció el lanzamiento masivo de sus autos 100% autónomos en 2020. Los autos autónomos harán más fácil elegir las rutas con menor tráfico gracias a lo cual se reducirán la congestión urbana, el tiempo de los viajes, los accidentes de tránsito (ya que no existirán errores humanos, choferes ebrios ni excesos de velocidad) y el impacto ambiental, ya que los viajes serán más cortos y con energías más limpias y ya no harán falta espacios para estacionamiento. Y todos estos cambios se extenderán rápidamente al transporte de carga y de pasajeros.

Estas transformaciones afectarán el trabajo de choferes de taxis, ómnibus y camiones, mecánicos, inspectores de tránsito, empleados de aseguradoras y alquila-doras de autos y muchos otros, y no podrán detenerse con decretos o reglamenta- ciones. Generarán mucho trabajo nuevo para progra- madores, ingenieros de transporte, diseñadores de vehículos, especialistas en inteligencia artificial, planificadores urbanos, cartógrafos digitales y otras profesiones incluso inexistentes todavía. Pero solo se beneficiarán aquellas sociedades preparadas para formar nuevos técnicos y profesionales a medida que sean necesarios.

Esta es la escala del cambio que nos espera y no solo en la industria del transporte. La hotelería, las finanzas, el derecho, la manufactura y muchos otros tendrán cambios importantes basados en la robótica, la inteligencia artificial, la geolocalización, la conectividad, el Internet de las Cosas, el “Big Data”, la impresión 3D, las energías renovables conectadas a grillas inteligentes y otros cambios tecnológicos que hoy no imaginamos. Nuestro destino en el siglo 21 dependerá de nuestra voluntad y capacidad de buscar nuestro lugar en ese mundo.

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Jorge Grünberg

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