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Subiendo la cuesta

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Después de una década de viento de cola, los países de AL replantean sus programas y prioridades. Sus políticas basadas en un ciclo excepcional de creación de riqueza y elevación de las remuneraciones, ya no serán posibles y será necesario reformular estrategias.

Después de una década de viento de cola, los países de AL replantean sus programas y prioridades. Sus políticas basadas en un ciclo excepcional de creación de riqueza y elevación de las remuneraciones, ya no serán posibles y será necesario reformular estrategias.

Se entra en la etapa en la cual se hace imposible mejorar el empleo, las remuneraciones, los subsidios y las burocracias, todo al mismo tiempo. No había un plan B para un cambio de ciclo. El continente optó por la inmediatez y el brillo de las estrategias procíclicas en lugar de construir un mejor balance entre crecimiento y distribución. Las repercusiones políticas son inmediatas, señalizando los cambios necesarios para hacer el ajuste a las nuevas circunstancias. Argentina y Venezuela lo demuestran con nitidez. El camino será áspero y conflictivo. Más allá de la retórica decimonónica de bolsones de la izquierda, el oficialismo mayoritariamente ha abandonado la meta de la revolución socialista y el entierro del capitalismo. Por el contrario, de manera más pragmática, con el acceso al gobierno, la prosperidad y la capacidad financiera, comienzan a disputar en todos los frentes las competencias entre el estado y el merca- do. El énfasis se pone en la multiplicación de derechos -construcción de bienes públicos- lo cual es gestionado por el estado bajo criterios independientes de la lógica del mercado. Fracciones crecientes de la sociedad se van comportando bajo esta lógica, pero escasamente incursionan en sectores productivos de cierta sofisticación. Mientras, el mundo se quedó sin modelos exitosos de superación del capitalismo, la adopción de los fundamentos de la socialdemocracia europea ha permitido la consolidación de la izquierda continental. Al menos mientras se tuvo el viento de cola.

La prosperidad importada puso en un segundo plano la necesidad de construir competitividad y capacidades para la generación de riqueza. La explosión asiática y la elevación de los precios de exportación lo hicieron posible. La creación de riqueza y las oportunidades de financiamiento de bienes públicos, crecieron por encima de las expectativas, creando una sensación de que el proceso sería permanente. La aceleración superó la capacidad de respuesta de la burocracia. No se corrigieron las capacidades operativas. Fallaron las instituciones que no estaban preparadas para operar las nuevas estrategias. El control y auditoría de gestión, la capacidad y experiencia de los mandos, la metodología empleada para lograr resultados. Rápidamente se cayó en la burocratización, en la elevación de costos, en la corrupción, en la apropiación de los bienes públicos que se administraban, en el despilfarro. Fue mayor el gasto que los resultados. Al día de hoy, ni se han mejorado las capacidades competitivas ni se puede asegurar que los logros en materia de distribución de bienes públicos hayan mejorado las condiciones de manera irreversible. En nuestro país, la gestión de Ancap muestra todos los extremos de irresponsabilidad. En todos los casos, volver al equilibrio entre distribución y crecimiento llevará tiempo, conflictos e inequidades. Lo que faltó en América Latina son los intangibles.

Se desaprovechó la oportunidad para encaminar un desarrollo equilibrado y sostenible.

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Joaquín Secco García

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