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Una sociedad mejor

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No es acertado pensar que vamos hacia una crisis como las que tuvimos durante el SXX o principios del XXI. En esta oportunidad, lo que debe ser subrayado no es el desempleo, el endeudamiento o el empobrecimiento, sino las oportunidades que no aprovechamos para acortar la brecha con mejores sociedades. No hemos explotado las oportunidades para mejorar el desarrollo material y el potencial para organizar sociedades mas libres, emprendedoras, y capaces de disfrutar de la cultura y el conocimiento. La felicidad no consiste en ser mas prósperos para mirar TV en mas pulgadas.

No es acertado pensar que vamos hacia una crisis como las que tuvimos durante el SXX o principios del XXI. En esta oportunidad, lo que debe ser subrayado no es el desempleo, el endeudamiento o el empobrecimiento, sino las oportunidades que no aprovechamos para acortar la brecha con mejores sociedades. No hemos explotado las oportunidades para mejorar el desarrollo material y el potencial para organizar sociedades mas libres, emprendedoras, y capaces de disfrutar de la cultura y el conocimiento. La felicidad no consiste en ser mas prósperos para mirar TV en mas pulgadas.

Hace unas décadas nos comparábamos con los mejores. Ahora lo hacemos con una comarca que se ha hecho rica pero que ha perdido de vista las metas mas importantes como lo es el mejoramiento de la sociedad. Crecimos a tasas desconocidas, pero arrastramos los principales problemas de siempre. En la economía, la inflación, el déficit fiscal, la debilidad competitiva, la productividad, la burocracia e ineficiencia, la desacertada inserción internacional, las debilidades en la construcción de capital humano e infraestructura. Se reducen las desigualdades de ingresos pero se aumenta la brecha social por el nacimiento de nuevos conflictos difíciles de combatir con los viejos protocolos. La rendición de cuentas, muestra que se debilita el crecimiento, la inflación no baja, se deteriora la cuenta corriente, aumenta el déficit. Los costos crecerán por encima de los ingresos y se reducirá la competitividad.

Uno de los parámetros que mas claramente nos separa de los países de primera, es la productividad del trabajo. En países de la OCDE, la productividad triplica a la nuestra. Los salarios los duplican y además la buena calidad de los servicios públicos, permite bajar el gasto familiar. Las empresas compiten por eficiencia basada en la innovación, la infraestructura y la formación de capital humano. Los incentivos están alineados con la competitividad y la equidad social.

El camino no consiste en organizar cooperativas a partir de empresas obsoletas, que se han fundido varias veces y donde el empleo está asociado a la continuidad de salarios insignificantes. Dependen del favor estatal poniendo costos que penalizan el crecimiento de otros sectores competitivos. Por el camino los presuntos beneficiarios se quedan rehenes de favores clientelísticos. Tampoco sirve el camino de la permanente amenaza sobre el sector que aporta el 75% de las exportaciones de bienes. Son incentivos al revés. Todo acompañado de horas de informativos y filosofía de predicadores.

El esfuerzo por mejorar significa también sacrificar lo que existía y que conviene cambiar. Para un gobernante es mas inmediato -y redituable para su lógica personal- extender la vida de lo que no dará resultado, antes que emprender la difícil ingeniería de construir el largo plazo. Los clasificadores deberían aspirar a una vida mejor. Sin embargo el proceso de reconversión se mira como una cuesta imposible. Ante las dificultades se opta por malas soluciones aunque urgentes. Nos vamos llenando de proyectos para empresas inviables de trabajadores en dificultad o proyectos políticos como ALUR o negocios imposibles como PLUNA y sus clones. Es delicado hacer críticas sobre las estrategias de quienes atraviesan dificultades. Pero hay que saber que un país de primera no se construye con soluciones demagógicas.

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Joaquín Secco García

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