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Partido cero a cero

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Desde 2012 se percibió la proximidad de un cambio de ciclo económico caracterizado por la reactivación de los países avanzados, la desaceleración de China y el final del super ciclo de las materias primas. Todo lo pronosticado llegó.

Desde 2012 se percibió la proximidad de un cambio de ciclo económico caracterizado por la reactivación de los países avanzados, la desaceleración de China y el final del super ciclo de las materias primas. Todo lo pronosticado llegó.

La prudencia aconsejaba mejorar la competitividad para asegurar la solidez del crecimiento a largo plazo, atendiendo el capital humano, la infraestructura, el acceso a mercados, la innovación y las capacidades empresariales. Para ello la reducción del déficit, el cambio de los precios relativos y el equilibrio entre remuneraciones y productividad eran deberes ineludibles que se pasaron por alto, acentuando las estrategias procíclicas. El déficit creció cuando se aconsejaba moderación. No se modificaron los precios relativos y se incurrió en gastos de baja productividad y dudosa legitimidad.

No hubo resultados en ninguna de las prioridades. Con escasas excepciones, las capacidades productivas están disminuyendo y también lo hacen los incentivos para invertir. Lo más desalentador es que los pasos del nuevo gobierno siguen por la misma línea del anterior, postergando la competitividad y el crecimiento. La pérdida de oportunidades es la consecuencia de un gobierno bicéfalo que transa entre un modelo venezolano y otro chileno. El promedio es un empate cero a cero que complica el futuro.

El pretexto de siempre es elevar el gasto para favorecer la distribución y la equidad. Pero lo cierto es que el gasto improductivo -aquel que no consigue ni riqueza ni equidad- es una elevada proporción del total -pensar solamente en ANCAP- el cual se redobla en este presupuesto ignorando que no hay mejor política social que el crecimiento y el empleo sostenibles. Los granos, que componen las exportaciones mas importantes del país, todavía están sostenidos por los buenos años vigentes hasta 2014. Las cosechas 2015 se sembraron en aquel contexto, todavía de buenos precios. Por el contrario, las cosechas de 2016 obedecerán a las condiciones de este año 2015. Habrá menos toneladas que tendrán menores precios. La lechería no muestra buenas perspectivas, mientras la ganadería no podrá compensar la caída de los ingresos. Muchos empresarios y trabajadores quedarán por el camino. Algunos con deudas que harán improbable su reinserción y a otros se les escaparán los mejores años.

En este difícil contexto, se aumentan los impuestos y hay que subrayarlo, se trata de los peores impuestos. Los que favorecen la concentración y afectan especialmente a las actividades más productivas y más empleadoras. Para colmo, nos cerramos las puertas de acceso a los mejores mercados. El ministro de agricultura de Nueva Zelanda hace unas semanas, a raíz de la firma del TPP, comentaba entusiasmado que su país accederá sin aranceles a un mercado de 800 millones de habitantes que se suma a los numerosos tratados ya vigentes. Nosotros batallamos durante años ante la incertidumbre de venderle -y cobrar- a Venezuela, Argentina o Brasil. Probablemente no nos afectará una crisis tan grave como la de 2002. No obstante, nos seguirán afectando las consecuencias del despilfarro del quinquenio pasado que coincidió con la mejor coyuntura del siglo. Lo grave es que a pesar del cambio de gobierno, se han mantenido las políticas anti competitivas.

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Joaquín Secco García

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