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Una nueva DGI enana

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Existe bastante coincidencia entre analistas y empresarios, de que los mayores vacíos de la gestión del gobierno respecto de la productividad han sido la debilidad de la construcción de capital humano y de infraestructura. Ambos soportes favorecerían una economía más diversificada, articulada entre sectores, la cual contribuiría a consolidar una sociedad integrada e independiente de tutelas populistas. Pero construir infraestructura o capital humano no da los mejores réditos políticos. Siempre se han subordinado esas obligaciones. Hace años se creó el impuesto a los combustibles para financiar la construcción de rutas, cosa que no se hizo. A pesar del pronunciado incremento del gasto público, todavía no ha llegado el momento.

Existe bastante coincidencia entre analistas y empresarios, de que los mayores vacíos de la gestión del gobierno respecto de la productividad han sido la debilidad de la construcción de capital humano y de infraestructura. Ambos soportes favorecerían una economía más diversificada, articulada entre sectores, la cual contribuiría a consolidar una sociedad integrada e independiente de tutelas populistas. Pero construir infraestructura o capital humano no da los mejores réditos políticos. Siempre se han subordinado esas obligaciones. Hace años se creó el impuesto a los combustibles para financiar la construcción de rutas, cosa que no se hizo. A pesar del pronunciado incremento del gasto público, todavía no ha llegado el momento.

La lluvia fuera de programa despertó la alarma de apagón logístico. Se ha reflotado la sentencia de "el que rompe paga". Jerarcas de toda especie se ingenian para crear nuevas obligaciones. Presumiblemente, se recurrirá al método que se había prometido minimizar con la reforma tributaria de 2007. Se trataba de descartar gravámenes basados en fuentes de recaudación atadas a un gasto predeterminado. Este sistema hace depender el ingreso de factores independientes de las necesidades. Estas pueden ser mayores o menores. Puede sobrar y se malgasta o faltar y no se cumple con el propósito. Lo razonable es que se recaude para rentas generales y se gaste de acuerdo a prioridades que no son siempre iguales. Pero en la medida que las prioridades se deslizan hacia el clientelismo se recurrió a un diseño de tributos que condiciona su utilización desnudando la incontinencia del gasto.

En todos los casos -en este también está previsto- se crearán burocracias que administrarán los recursos. Un fideicomiso tal vez o una DGI enana. Como Primaria recaudando impuestos. Se crearán unidades ejecutoras, oficinas, jerarcas, secretarias, camionetas, computadoras, auxiliares, el diario y el café, coordinaciones, giras y viajes. Una motivación soñada. En todos los casos, se olvida que el que rompió, es porque produjo más, creó empleos, aumentó el aporte de impuestos y contribuciones al BPS, descentralizó la economía, incursionó con emprendimientos en regiones más remotas. Aportó recursos a la DGI y a las intendencias por infinidad de conceptos, los cuales en ninguna proporción se destinaron a la infraestructura.

Si se gasta más en lo que vale menos, inevitablemente se deberá pagar menos por lo que vale más, creando incentivos negativos para la competitividad, el empleo, las inversiones y la diversificación de la economía. Si sube la presión fiscal y si el gasto público remunera en su conjunto tareas de baja eficiencia, en algún otro lugar de la esfera económica se estará creando un obstáculo para el crecimiento. Es como una ley física. En los últimos años, el gasto público ha aumentado permanentemente por encima del PIB al tiempo que se mantiene un déficit importante. El resultado es inocultable. Las exportaciones que deben competir en el mundo se van concentrando en aquellas que se benefician de la calidad y cantidad de los recursos naturales. Se va desbaratando el sueño de una economía diversificada creciendo en base al fortalecimiento de las capacidades humanas. Hay que subsidiar a Agolan, Paylana, Olmos, Pluna, la industria automotriz, la textil y hasta al turismo y cada día surgen nuevos cráteres.

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Joaquín Secco García

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