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Un invierno complicado

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Entre los principales conceptos que se expusieron para respaldar la reforma tributaria de 2007 se recuerdan los tres objetivos estratégicos que la justificaban: (i) que pague más el que más tiene y que todos paguen, (ii) que sea sencilla, de bajo costo de recaudación y amigable para el contribuyente, (iii) que no cause incentivos negativos para la inversión y el crecimiento.

Entre los principales conceptos que se expusieron para respaldar la reforma tributaria de 2007 se recuerdan los tres objetivos estratégicos que la justificaban: (i) que pague más el que más tiene y que todos paguen, (ii) que sea sencilla, de bajo costo de recaudación y amigable para el contribuyente, (iii) que no cause incentivos negativos para la inversión y el crecimiento.

Los logros se alcanzarían a través de una serie de instrumentos, entre los cuales: reducir el número de impuestos y especialmente aquellos de alta evasión, de escasa recaudación y de alto costo. Asimismo, se proponía ir eliminando impuestos cuya recaudación estuviera atada a determinados fines. Ejemplo, Primaria que es un miniimpuesto al patrimonio y que para recaudar el mismo, primaria debió crear una mini DGI. Si primaria necesita más recursos, está el presupuesto y si no alcanza, la lógica es subir las tasas en lugar de crear pequeños impuestos para cada cosa y desfigurar la reforma.

Se prometía asimismo que si se ampliaba el número de contribuyentes, se haría posible reducir la carga individual, lo que tampoco se logró. En síntesis, la reforma prometía menos impuestos, mejores impuestos, más contribuyentes, menores tasas y procedimientos más sencillos y eficientes. Pero, el tiempo fue erosionando los propósitos.

También se entendió que poner impuestos a los factores de producción -a la tierra, al trabajo, al patrimonio, a los insumos y servicios empleados en los procesos productivos- contribuía a la reducción de la productividad de los factores y desalentaba la inversión. En esa lógica, el impuesto al patrimonio de las empresas o a primaria, es un mal impuesto que se corregiría de manera de concentrar la recaudación sobre la renta.

Claramente se debilitaron los principios estratégicos iniciales. El gobierno que recién termina imaginó una economía basada en grandes empresas multinacionales con exoneraciones fiscales explotando recursos agotables; empresas públicas sin control; desincentivos hacia el sector del agro que progresa en base a la inversión, la innovación y la inteligencia; la multiplicación de una economía familiar domesticada por el subsidio y la dudosa ilusión del Fondes y la autogestión.

El arma principal para castigar al campo -el que multiplicó sus exportaciones por siete- fue restablecer impuestos obsoletos. El ICIR, el patrimonio y ahora primaria. Victorias pírricas. Cada vez que se amenaza la competitividad de un negocio se obstaculiza un sueldo o un empleo decente en algún lugar de la economía. Un estadista debería tomar en cuenta las limitaciones seculares de la sociedad uruguaya para organizar negocios innovadores y competitivos. Una buena política fiscal es inseparable de la ANII, la UTEC o el INIA. Declarar la guerra con figuras demagógicas no le suma a nadie y menos en un momento delicado de la economía global.

Durante los buenos años se mejoró sustancialmente el gasto público y el empleo de baja productividad a costa de los sectores competitivos de la economía. Se fue creando un sistema de incentivos negativo para la sostenibilidad del crecimiento. En la coyuntura, se hace necesario un ajuste con capacidad para asegurar un aterrizaje suave. El ajuste se pagará con caída del producto y/o con un mayor alineamiento entre las remuneraciones, el empleo y la productividad. Será un año diferente y todo presagia un invierno complicado. 

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Joaquín Secco García

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