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Desandando el camino

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Lo sabemos porque lo hemos vivido en otras oportunidades. Nuestras crisis y nuestras fortunas ingresan por la Aduana. En forma generalizada son la consecuencia de las oportunidades o adversidades que nos da el contexto internacional.

Lo sabemos porque lo hemos vivido en otras oportunidades. Nuestras crisis y nuestras fortunas ingresan por la Aduana. En forma generalizada son la consecuencia de las oportunidades o adversidades que nos da el contexto internacional.

Nos manejamos con el viento, no hemos podido ponerle un motor al barco. Durante una década progresamos en la estela de la inversión extranjera y de la cotización de los alimentos. El contexto cambió y los alimentos no valen como antes ni existen incentivos para sostener la inversión. No supimos transformar la oportunidad en una palanca de crecimiento sostenible.

Como tantas otras veces, vamos a desandar buena parte de los avances logrados. Aun con viento a favor somos vulnerables y nos castigan además las políticas procíclicas que acentúan la inestabilidad. Hoy sumamos anuncios teatrales que confunden e insinúan debilidad e incertidumbre.

Caerá el ingreso generado por la mayoría de los sectores productivos aunque no necesariamente caerá el PIB por la influencia de algunos sectores de gran escala y alta productividad. La caída de precios arrastrará a la producción. La demanda para los productos de las industrias tradicionales y del agro ya se está contrayendo, lo cual explica el descenso de las exportaciones y del consumo y el aumento del desempleo. Crecerá la capacidad ociosa de las empre- sas. Habrá menos utilización de máquinas, fábricas, tie-rras, infraestructuras, lo cual aumentará el desempleo de recursos humanos. Hemos aprendido muy poco de nuestras crisis a pesar de las persistentes recaídas.

La subutilización de activos causada por la contracción de la demanda, induce a las empresas a reducir los precios de venta a fin de sostener el negocio y a reorganizarse tomando medidas contractivas. Los valores de los activos comienzan a caer: bajarán los alquileres, las rentas del suelo, las propiedades, los valores de máquinas, las vacas lecheras y también caerán los salarios y las rentas de capital.

Estas tendencias son el preanuncio de una etapa deflacionaria que suele acompañar a los momentos de recesión. La inflación se reducirá pese al alza del dólar y al déficit fiscal. Lo experimentamos en nuestras crisis pasadas y con mayor intensidad los sufren Europa, Estados Unidos o Japón.

Todos menos el estado, comienzan a ajustarse de acuerdo a la vulnerabilidad de cada negocio. En campaña ya se percibe la rebaja de precios de servicios cuya oferta empieza a superar la demanda. Bajan los fletes, los contratistas, los alambradores y después de muchos años llegan a las estancias paisanos pidiendo una changa.

Los que más ajustan son como siempre, las pequeñas empresas familiares o unipersonales que tienen dificultades de acceso al financiamiento, la tecnología y los conocimientos necesarios para adoptar estrategias apropiadas. Aumentará la pobreza especialmente entre microempresas y sus empleados. La cuarta parte de obreros sindicalizados y los trabajadores del estado quedarán en mejores condiciones. También los trabajadores de Pluna y otros parecidos que gozan de seguros de paro privilegiados.

Las causas de esta desaceleración permiten prever que el ciclo durará unos años, durante los cuales habrá menor inversión privada, mayor tasa de interés, menores precios de exportación, mayores transferencias hacia el estado, mayor desempleo, menor población activa y menores ingresos reales de las familias.

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Joaquín Secco García

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