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Corriendo de atrás

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Los problemas pueden descuidarse y hacerse ingobernables. Suele optarse por soluciones de mínimo esfuerzo que resultan insuficientes, obligando a correr de atrás para corregir las malas soluciones. La competitividad, la inserción en los mercados, la diversificación y el crecimiento de las exportaciones -los aspectos más importantes para garantizar el crecimiento- no han sido prioridades de la política económica.

Los problemas pueden descuidarse y hacerse ingobernables. Suele optarse por soluciones de mínimo esfuerzo que resultan insuficientes, obligando a correr de atrás para corregir las malas soluciones. La competitividad, la inserción en los mercados, la diversificación y el crecimiento de las exportaciones -los aspectos más importantes para garantizar el crecimiento- no han sido prioridades de la política económica.

Se ha optado por los caminos cortos del reparto, el derroche sin acumular capacidades que hagan menos acentuadas las caídas y más ágiles las recuperaciones. Lo estamos experimentando en estas semanas con el agravante que el adversario más tenaz del gobierno duerme en su casa.
El presupuesto y el déficit serán un poco más elevados que lo prudente.

El crecimiento de la economía y la recaudación fiscal serán un poco menores, el endeudamiento y la tasa de interés serán mayores y los salarios no dejan contentos a nadie. No quedará espacio para bajar tarifas, impuestos, construir capacidades y competitividad. Tampoco podremos salir de la jaula del Mercosur. El BCU malgastará sus reservas y asimismo es probable que se debiliten los ambiciosos programas de infraestructura porque aun las PPP son endeudamiento, lo cual pesa sobre la percepción de riesgo de los inversores. Vista la situación y el contexto regional, los capitales que tanto empujaron nuestro PIB serán más cautos y solicitarán réditos mayores por sus inversiones.

Los trabajadores de las pequeñas empresas, los microempresarios que no tienen consejos de salarios, los informales, los que quedarán subempleados, los menos capacitados, las mujeres, los jóvenes quedarán con menos salarios. Todos ellos estarán empatando la cuenta que se infla para pagar a los funcionarios públicos, a los sindicatos fuertes que juntos son menos de la tercera parte. También pagarán la cuenta los exportadores que deberán dar más a Ancap, tendrán la logística más cara entre los exportadores de granos y madera. Tendrán que suspender trabajadores y proveedores. Muchas de sus pequeñas empresas morirán en silencio y tal vez la vida no les dé otra oportunidad. Un despilfarro de capital humano capacitado y experimentado.

Desde hace un par de años que los pronósticos más precisos están previendo un profundo cambio del ciclo económico global que incuestionablemente resentiría nuestro crecimiento. No se corrigió la tendencia jugando al optimismo y al éxito electoral. Todo parece indicar que no se trata de un pestañeo transitorio de corta duración como a veces se da a entender en el juego de retocar los problemas para prolongar expectativas. La producción de alimentos es nuestra fuente de riqueza más competitiva, compone los tres cuartos de nuestras exportaciones y la producción se viene desacelerando de manera que sus principales efectos se sentirán a partir de 2016.

En el continente, somos el país con mejores oportunidades para lograr las metas de desarrollo más elevadas en términos de equidad, acceso a oportunidades y prosperidad. Sin embargo nos olvidamos de como lo hicimos hace un siglo para hacer realidad modelos cercanos a los mejores del mundo. Nos ilusionamos con los contagios regionales de populismos vacíos de capacidades basados en el reparto dirigido por caudillos iluminados o con el sueño de los socialismos que han fracasado en todos lados.

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Joaquín Secco García

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