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El año bisagra

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Finalmente, como había sido pronosticado, el 2015 resultó el año bisagra que llegó con una precisión superior a la que es habitual. El péndulo favoreció un mayor crecimiento de los países avanzados, un revés para la mayoría de los emergentes y muy especialmente la consolidación de la modificación de los precios relativos que tanto había favorecido a los exportadores de materias primas y energía. Como culminación, al final del período la reserva federal elevó la tasa de interés, ambientando una acentuación del cambio en los flujos financieros. La profundidad de los procesos y el agotamiento de lo que se daba, permite prever que esto recién empieza y que favorecerá a los países que mejor diseñen sus estrategias para las nuevas circunstancias.

Finalmente, como había sido pronosticado, el 2015 resultó el año bisagra que llegó con una precisión superior a la que es habitual. El péndulo favoreció un mayor crecimiento de los países avanzados, un revés para la mayoría de los emergentes y muy especialmente la consolidación de la modificación de los precios relativos que tanto había favorecido a los exportadores de materias primas y energía. Como culminación, al final del período la reserva federal elevó la tasa de interés, ambientando una acentuación del cambio en los flujos financieros. La profundidad de los procesos y el agotamiento de lo que se daba, permite prever que esto recién empieza y que favorecerá a los países que mejor diseñen sus estrategias para las nuevas circunstancias.

Los ciclos económicos -casi como ocurre con la biología- se gestan, maduran y declinan para dar lugar a nuevas realidades, cuyos gérmenes nacieron de las oportunidades y los problemas del pasado. Ya lo señalaba Schumpeter con su visión acerca de la necesidad de que algo se destruya para dar lugar al progreso. Por eso, eventos de carácter tan global como los que se iniciaron desde 2014 -nunca hay una fecha de nacimiento- no debieron ser entendidos como una coyuntura transitoria y de rápida recuperación de la realidad anterior sino como un cambio que estaba viendo nacer una nueva era. Habrá que enfrentar circunstancias desconocidas ya que el nuevo contexto nunca desembocará en un calco del pasado.

Los países del continente se equivocaron mas que el promedio. No supieron gestionar la prosperidad ni percibieron el cambio de época. Acelerando hasta que se terminó la calle. Para un gobierno es mas fácil la popularidad que nace del reparto, del empleo público y de la multiplicación de las burocracias. Se le llama de formas mas atractivas: distribución de bienes públicos, los cuales se implementan exclusivamente por parte de instituciones estatales excluyendo la preferencia por la calidad y las ventajas que nacen de la diversidad. En cambio, es menos confortable luchar contra las corporaciones de maestros y profesores, contra las gerencias y directorios de las empresas públicas, por la construcción de infraestructura o la apertura de mercados. Países como Venezuela, Argentina o Brasil quedaron al borde del colapso y se está esfumando lo logrado en una década excepcional.

Cuando el mundo está en la inteligencia artificial o la robótica, los gobiernos se dedican a empresarios fabricando cal y sembrando sorgo. Oficios bíblicos. Entienden que ese es el camino a la soberanía, la prosperidad y la equidad. Otros entienden que el Mercosur es un instrumento para las multinacionales del automóvil pero que no dispone de avenidas para las Mypes. Es el lenguaje de los símbolos vacíos y de caudillos que llevan el micrófono a cuestas. Afortunadamente, algo está cambiando. Mientras tanto, como siempre, serán los supuestos beneficiarios quienes quedarán a la intemperie. Nuestro gobierno programa un 3% de crecimiento cuando será del 1% y supone que todo florecerá el año que viene cuando las cosas serán mas lentas y deberá desviar de los fines productivos US$ 800 millones para calmar la sed de Ancap. No se reducirá el déficit, aumentará el desempleo, la deuda y la carga fiscal.

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Joaquín Secco García

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