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De Tulizeni a Uruguay

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Javier García
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En swahili, dialecto hablado en Congo, "Tulizeni" quiere decir tranquilícense. Es el nombre del orfanato que cuida a niños abandonados y mujeres abusadas por las milicias en la ciudad de Goma, y que apoya nuestro Ejército.

Hay otro para niños desnutridos que es sostenido también por los soldados. No es su tarea principal, no están allí para atender las consecuencias de una realidad que moviliza a más de 100 grupos milicianos contra la población.

El Congo tiene la "desgracia" de ser muy rico y de que se trafique esa riqueza mineral con la ayuda de países y organizaciones. Los grupos paramilitares lo roban tanto y todos los días, que su pueblo vive apenas con un poco de maíz y unos plátanos. Tiene un territorio más grande que Europa y convive allí la pobreza con su consecuencia en desnutrición, epidemias y muerte. Difícil superar los 50 años de vida. Cuando desde los cuatro o cinco años se cargan pesados bidones de agua sucia y leña para vivir y no hay el mínimo sustento vital, sin energía ni saneamiento, la vida es una tragedia muy corta.

Allí trabajan casi 1.000 uruguayos del Ejército y la Fuerza Aérea, antes también de la Armada, para proteger a la población civil. No todos los contingentes de ONU tienen la misma aceptación. En el caso uruguayo hay un algo más en su trabajo que logra que por las calles barrosas de la ciudad cuando pasa un vehículo con nuestra bandera la gente levante las dos manos para saludar y gritar "Uruguay". Son miles las vidas salvadas por nuestros efectivos. No están allí para ayudar a orfanatos, que lo hacen, sino para que cada vez que a cualquier hora, como lo vimos, salen a proteger una aldea o patrullar una ciudad, la población civil esté a salvo. Fuimos testigos de la solicitud de dos países ante las autoridades militares de ONU para que los uruguayos se hicieran cargo de enfrentar un ataque a una población, argumentando que eran los mejores para hacerlo.

Nuestros soldados pertenecen a los sectores más postergados y van allí, sin duda, para tener una oportunidad. Reciben una remuneración de la ONU que tardarían varios años en juntar aquí con sus salarios. Con seis misiones me pago mi casa, me dijo uno. Otro lleva nueve y lo hace para que su hija estudie Medicina como es su vocación. Pero la diferencia con otros contingentes no está en lo que se les paga, sino en aquello que ponen de humanismo, sin que nadie se los pida, y no será remunerado nunca: esa camiseta de fútbol que le regalan a un chiquito congolés, los lápices para la escuela, el uniforme para ir a clases que le pagan. Lo hacen porque les sale de adentro y sacan de sus bolsillos. Conocen por su nombre a decenas de chiquilines y estos conocen a sus "amigos" uruguayos de varios contingentes para atrás. Esta es la cara amable, que se transforma en el gesto duro, preocupado y decidido cada vez que deben proteger con sus armas una población. Y es de todos los días. Tenemos un Ejército muy profesional, con cuadros jóvenes, e institucional.

Vivimos una emergencia por la inseguridad. Si no existieran prejuicios ideológicos y el gobierno ejerciera su autoridad, estos mismos soldados de acuerdo a la ley de Defensa vigente, sin cambiar nada, podrían ayudar a proteger a nuestra población. No lo hacen porque no se les da la orden. Por eso la llave no es cambiar la Constitución sino cambiar el gobierno que les da las órdenes.

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