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Todos juntos

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Javier García
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En esta columna en marzo pasado escribíamos "Rumbo a la coalición". Por estos días el expresidente Sanguinetti, así como Juan Martín Posadas lo hizo lúcidamente en los pasados domingos, plantearon el tema.

Está claro, y si no lo está es porque no hemos hecho carne lo suficiente, que el próximo será un gobierno de coalición, por lo menos.

La experiencia de los gobiernos a sola firma, de partido único como los tres del FA, es notoriamente negativa y no respetan la República. Fueron electos legítimamente pero desviaron, soberbia e impunidad política de las mayorías automáticas mediante, a la mala gestión, al descontrol y por ahí a la corrupción muchas veces. Ningún partido tendrá mayorías propias a partir de 2020, pero si fuera una opción lo mejor sería desecharla. Nada mejor que la necesidad permanente del diálogo, de la negociación política y del control interno que se logra cuando son varios los que miran.

La coalición es lo mínimo, pero hay que dar un paso más. Una coalición no garantiza por sí sola la inclusión, que es lo que el FA destruyó. Ejerció tres períodos "excluyentes". El FA excluyó en primer término a todos los partidos de la oposición y gobernó sin diálogo democrático, fue un gobierno de partido único, no solo por las mayorías propias sino como concepto ideológico. Hasta las decisiones de política internacional se tomaron en el Plenario del FA y no en la Cancillería (el no al TISA, el no durante años al TLC con Chile, le relación oscura con Venezuela). Excluyó a los trabajadores no sindicalizados, excluyó a los productores y empresarios, excluyó a las FFAA, excluyó a los más necesitados que hoy son los primeros en sufrir el fracaso social, excluyó a los que piensan diferente en todos los ámbitos sociales, religiosos o comunitarios.

La coalición garantiza estabilidad política, es indispensable, pero hay que ir más allá, porque esta "incluye" a quienes la integran, pero no necesariamente al resto que no son los partidos coaligados. Es el mínimo común múltiplo, el primer anillo. Hay que incluir también a otros sectores de la vida nacional, sin descartar a priori a nadie, que no integran los sectores coaligados. Es el segundo anillo, el que mira más allá.

La sociedad es muy rica y la vida se mueve por muchos ámbitos que no son solo, ni principalmente, los políticos. Los partidos somos los legítimos representantes pero no se agota ni mucho menos ahí la opinión ciudadana. Hay que buscarla, escucharla y también incluirla.

Se piden respuestas y Juan Martín lo hacía el domingo pasado y tiene razón en reclamarlo. Pero cuando son tantos los "jugadores", las velocidades las tenemos que manejar de tal forma de lograr llegar juntos respetando los tiempos de todos. Hay partidos que todavía no completaron su grilla de candidatos, es el caso del Colorado. El nuestro tiene una presentación primaria, (¿será la definitiva?). Mieres y Novick tienen su propia impronta también. Por eso por más que tengamos muchas ganas, que la tenemos y hasta la urgencia por hacer, hay que ser prolijos en el camino, porque buena parte del éxito futuro está en recorrerlo bien. Hay dos formas: rápido y pocos o más lento pero todos juntos.

Un gobierno de inclusión nacional requiere mucho vestuario, mucha charla, porque después de entrar a la cancha no hay descanso. Por eso es mejor, sabiendo a dónde vamos, hacerlo todos y juntos.

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