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Silencio cómplice

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Javier García
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En Venezuela el gobierno mata, tortura y viola en forma sistemática. Está integrado por un grupo de mafiosos que encaramados en el poder no solo persiguen y destruyen personas, sino que han vaciado la economía, los hospitales y las góndolas de los almacenes.

De aquel país rico y petrolero no queda nada. Lo saquearon con los ojos henchidos de rabia y llenaron sus bolsillos de plata sucia, mezcla de crimen, narcotráfico y corrupción. Las imágenes de miles de nuestros hermanos venezolanos huyendo a Colombia, o fugándose a cualquier país que le ofrezca comida, trabajo y paz son impactantes. Entre nosotros es cada vez más común encontrarlos en bares, supermercados, empresas de seguridad, taxis. Todo aquel que puede, huye.

Venezuela es caribeño, pero para los uruguayos está acá nomás. Es de nuestros pueblos más hermanos. Cuando aquí sucedía lo que allí, y la persecución política y la violación de los derechos humanos campeaba, ese pueblo de tono amable como su canto al hablar, abrió sus puertas de par en par. Allí se ofreció la vida y la paz que aquí miles veían peligrar. Le decencia más mínima, la más elemental, dice que la solidaridad se devuelve, si se puede aumentada. Es lo que el silencio oprobioso de nuestro gobierno impide. La Corte Interamericana de Derechos Humanos de la OEA acaba de denunciar los crímenes a las libertades y las personas, sin Justicia o peor, con una Justicia arrodillada y babosa. Allí, "resulta alarmante que personas detenidas hayan sido sometidas a actos de tortura, otros malos tratos y violencia sexual". La Corte denunció, además, asesinatos de cientos de personas a manos de las milicias del dictador y su mafia. Es la misma Corte que aquí el oficialismo invocó para referirse a las violaciones a los derechos humanos que se cometieron en dictadura.

Los países de América, de distinto signo pero democráticos, lo censuran. El grupo de naciones que se reunirá en Lima los próximos días (Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú) le avisaron al dictador que no será recibido. Las democracias no admiten asesinos en el poder. Son crímenes de Lesa Humanidad cometidos por un régimen que aplica el terrorismo de Estado, como aquí sucedió, como Videla, como Stroessner, como Somoza en su momento. Eso son Maduro, Diosdado Cabello y sus secuaces.

El gobierno de Uruguay se dice democrático pero apoya con complicidad y silencio a una dictadura criminal. Lo más cercano a una excusa es que últimamente no le atiende el teléfono, como si alcanzara para salvar las vidas y la integridad de los venezolanos.

A esta altura la sospecha sobre el motivo del silencio oficial aquí es que el mismo sea pago. Lo cual si así fuera no solo sería de indignidad, sería repugnante. Que negocios opacos durante años y que una fluida relación de amistades políticas y financiamientos ocultos entre aquel régimen y oficialistas de aquí que fueron norma y generaron una corriente de negocios y dinero, sea la cuenta pendiente que esgrimen en Venezuela y que silencia a nuestro gobierno sería una mancha miserable en nuestra historia. A Maduro y su mafia político-narco-militar le llegará su hora y deberá enfrentar a una Justicia digna en una Venezuela libre y democrática. Que sepa su pueblo que los cómplices uruguayos los avergüenzan a ellos y también a nosotros.

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