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Saben de pactos

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javier garcía
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Dijo Vázquez que por primera vez se rompió el “pacto de silencio entre militares”.

No sé si esa teoría encubridora existe, pero si es así, el último eslabón de ese pacto estuvo en su despacho. No fue por Vázquez que se rompió, sino por un periodista primero y por el Parlamento después que se conoció lo que el presidente sabía, firmó y estaba silenciado en la Torre Ejecutiva. Coincide además con las declaraciones del Gral. Bertolotti, primer comandante de la era frentista, que dice que la orden que recibió de Tabaré Vázquez en 2005 fue excluir sólo los casos Gutiérrez Ruiz, Michelini y Gelman de la ley de caducidad. No quería nada más, le ordenó.

Las famosas actas estuvieron un mes y medio en la presidencia, y nadie las leyó (dicen). Lo nuevo de esas actas son unas pocas páginas, el resto son fotocopias de trámites y de cosas viejas como recortes de diarios y libros y actas de juzgados. Había que prestarle atención a unas decenas de páginas: las declaraciones y testimonios en el Tribunal de Honor y sus resoluciones y deliberaciones.

Entre ellas la confesión auto incriminándose del personaje más oscuro y emblemático de la violación de derechos humanos en las épocas dramáticas del 70. Y Vázquez no lo leyó (dice, y no le creo). El silencio siguió hasta que un periodista, Haberkorn, lo reveló. No fue por voluntad del gobierno, fue contra su voluntad. Los hechos lo demuestran. La denuncia penal fue a partir de la revelación pública, no por iniciativa del Ejecutivo. Si esto hubiera pasado en un gobierno de otro partido, el FA acusaría de encubrimiento a delincuentes y violadores de derechos humanos, pero como paso en éste entonces se pasan la culpa y ahora posan de héroes. Encubrieron, callaron, lo sabían y no denunciaron. Es más, Vázquez homologó el fallo, lo firmó y citó a texto expreso parte de él, a pesar de que dice que no lo leyó. Paradójico.

Todo quedó encapsulado y el debate fue sobre las opiniones del ex comandante respecto a la Justicia. Pero nada se sabía de las revelaciones aberrantes allí, hasta que a final de marzo el periodista destapó la olla y se conoció públicamente lo que la presidencia conocía y ocultaba. ¿Por qué razón? No sé. Habría que preguntarle a algunos que conocen de pactos. Luego vino la reacción cargada de errores y horrores. El presidente destituye a un comandante por los resultados de un Tribunal de Honor y acto seguido nombra a uno nuevo, increíblemente un… integrante del mismo Tribunal.

Descubierto lo que estaba tapado en presidencia, Vázquez inicia un descabezamiento de la mitad del cuerpo de generales del Ejército. Pide que los destituyan no por un tema de fondo sino por algo casi que administrativo. Dice una cosa para la barra, pero escribe otra en el mensaje que va al Senado. No pide la destitución por no censurar la violación de derechos humanos, que es lo que dice públicamente sino, según él, por no informar en tiempo y forma. Que además hay testimonios que sí se informó.

Casualmente pocos meses antes de las elecciones revive un pasado de enfrentamientos y dolores y lo hace con fines electorales, y de paso designa generales ahora que debería ascender el próximo gobierno.

El presidente habla de “pactos”, nadie le va a discutir que de eso el Frente Amplio sabe mucho. Son especialistas en pactos en los cuarteles como en la década del setenta, o navales como en los ochenta.

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