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Neoliberales progresistas

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Hay instituciones que además del valor que por sí mismas tienen, le agregan a su misión algo más, tienen alma. Es el caso del Sanatorio Canzani, del Banco de Previsión Social. Es heredero de una larguísima historia de protección social en Uruguay que tiene en las asignaciones familiares uno de sus ejemplos más notorios. Es además un referente de la salud pública.

Hay instituciones que además del valor que por sí mismas tienen, le agregan a su misión algo más, tienen alma. Es el caso del Sanatorio Canzani, del Banco de Previsión Social. Es heredero de una larguísima historia de protección social en Uruguay que tiene en las asignaciones familiares uno de sus ejemplos más notorios. Es además un referente de la salud pública.

Este hospital, enclavado en una de las zonas más centrales de Montevideo, pero de alcance nacional, vivió una transformación importante especializando sus prestaciones en un área de la salud que requiere de mucha especialización y mucha tecnología como es el tratamiento de las malformaciones congénitas y las llamadas “enfermedades raras”. Supo ser una de las principales maternidades públicas del país, que a partir de la baja de la natalidad producida en los últimos años y de la existencia del sistema nacional de salud fue cambiando su trabajo para concentrarse en las patologías que mencionábamos.

El presidente del directorio del BPS, en forma personalísima, sin que mediara decisión del Directorio del Banco, comunicó su cierre a los trabajadores y técnicos a fines de noviembre, resolución que se ejecutaría a partir de mediados de diciembre, según informaron a la comisión de salud del Senado. Entre gallos y medias noches, de callado para no levantar resistencias y sin pasar por el directorio, este jerarca decide cerrar nada más y nada menos que el sanatorio Canzani.

Independientemente de la eventualidad de que esta decisión haya sido tomada a espaldas de la normas vigentes, cosa que se verá, desde ya que es una barbaridad cerrar un hospital y mucho más de las características del Canzani. Uruguay necesita medicina de alta calidad y no emparejar para abajo, que es lo que está resultando de la aplicación del sistema de salud.

La salud pública, de la cual el Canzani es un ejemplo, no puede ser una salud de segunda como desgraciadamente es. Una de las excepciones a esta realidad es el Canzani. Pues bien, es inadmisible entonces que se cierre. Solo una burocracia sin alma puede tomar esta medida. Tan clandestinamente fue tomada la decisión y tan imprevistamente que incluso existen inversiones de equipos que fueron adquiridos recientemente, que están allí embalados, y que esperaban ser instalados en lo que revela que nada hacía pensar en el cierre. Algunos materiales fueron recibidos esta semana. Si se va a cerrar no parece sensato equiparlo. Pero esto no es sensato.

Es más, mínimas consideraciones de gestión del sistema dicen que si uno tiene una capacidad ociosa de primer nivel lo que hay que hacer es potenciarla y no desmantelarla, entre otras cosas porque la salud pública la necesita. Un hospital de primer nivel en el centro de la capital del país, con accesos directos desde buena parte del oeste, donde hay mayores carencias en salud y concentración de población, confirma que es una verdadera locura cerrar el Sanatorio Canzani.

Desmantelar un hospital es como cerrar una escuela. El sistema público está desbordado, mal gestionado, se pagan cientos de miles de dólares por año en contrataciones de traslados de ambulancia, camas de CTI y tantas cosas más que esto, además, suena ridículo. Una prueba más de que el sistema nacional de salud de “integrado” no tiene nada y que algunos jerarcas están confundidos. 

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Javier García

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Javier García

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