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Monólogos en cadena

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Javier García
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Otra vez, ya son unas cuantas, el gobierno recurre a la cadena nacional de radio y televisión para propinarnos una letanía de autoelogios. Esta semana tocó otra. Es un recurso al que desde Torre Ejecutiva se recurre cada vez con más frecuencia y con más error. No hay como el anuncio de que empieza otra, para que la familia agarre el control remoto y huya despavorida de la televisión. Si solo fueran aburridas sería cosa menor, además son intragables porque es de las cosas que a nadie le interesa ver: una montaña de autocomplacencia de una sola mano, en aplicación de una política de comunicación que toma a la gente por tonta.

Las emite el mismo gobierno que le tiene temor al diálogo político y huye de él. Recurre a la comunicación al kilo, a meter minutos en todos los canales y radios diciendo que son fantásticos pero no se anima, empezando por el propio presidente de la República, a sentarse con quienes piensan diferente a dialogar. Es de las cosas más viejas y perimidas que hay. El kirchnerismo hacía lo mismo, metía cadenas una tras otra, y el resultado está a la vista: los argentinos le tiraron al tacho todas las cadenas juntas. Es que en tiempos de redes y alta comunicación, nadie está para que desde el poder lo obliguen a quedarse pasmado frente a una televisión recibiendo kilos de autocomplacencia oficialista. Es medio autoritario el que alguno se sienta obligado a digerir la información que el gobierno quiera que consuma y trae agregado a esto, malas memorias. Pero además es no entender nada: nadie soporta, ni atado frente a la pantalla, una sopa tan espesa.

Las cadenas nacionales deberían ser muy excepcionales, para cosas realmente extraordinarias. Un Estado que tiene medios propios y ministros que hacen conferencias de prensa todos los días, sobre los temas que quieran, no necesita además, tirarnos con esa montaña de minutos intrascendentes a presión y obligando a la gente a ver eso o irse. Es paradójico que los temas sean los que quiere el gobierno. Que difunda unos y esconda otros. Porque si la línea fuera la transparencia, estoy seguro que todos desearíamos saber qué es lo que se niega a informar de sus negociaciones confidenciales con UPM. Las cadenas nacionales que nos propinan no son un signo de transparencia, no tienen la voluntad de transmitir información, son publicidad política lisa y llana, propaganda política de campaña electoral usando el poder del Estado y la obligación legal de transmitir lo que la autoridad quiera. El gobierno no debate, no dialoga, se comunica por cadena, al kilo y a sola firma.

El espacio ocupado por las ondas de los medios televisivos y radiales son concesiones que son propiedad de los uruguayos, no del gobierno. Si la utilización de ese espacio es para propaganda política oficialista, lo que hay es una mala utilización. Partidista y no plural como la sociedad. Se discute en la ley de financiamiento de partidos el tema de los espacios gratuitos en las campañas políticas, pero no se tiene en cuenta que durante cinco años uno de ellos, el que está en el gobierno, tiene un uso ilimitado de esos espacios a gusto, no para informar de cosas extraordinarias que requieren una atención urgente, sino para dar mensajes políticos.

Lo que no comprenden es que la libertad les gana siempre. Con lo que no pueden estas cadenas espantosas y autoritarias es con el oportuno control remoto.

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