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Mejor el voto que el veto

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JAVIER GARCÍA
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Despojado de partidarismos, la opción es entre un gobierno que tiene votos en el Parlamento para avanzar o uno de minorías que viviría del veto. ¿Se puede gobernar con minorías?

No. El gabinete tiene que contar con respaldo mayoritario. Un gabinete minoritario en el Parlamento sería impensable, no resistiría ningún cuestionamiento, viviría interpelado.

Eso ofrece el Frente Amplio, que además no sabe dialogar, no practicó la apertura con los demás partidos en 15 años. Un curso intensivo de humildad y diálogo en pocos días de campaña no resuelve el problema de fondo que es la soberbia y la negación del que piensa distinto, practicada con dedicación y esmero en tres períodos. Pongamos un caso práctico, ¿aceptaría el próximo Parlamento un Canciller que cobijara la dictadura venezolana y no la censurara en nombre del país? Imposible.

Otro, ¿cuánto duraría un ministro de Interior que no aplique medidas de autoridad, las mismas que rechaza la mayoría del FA? Nada. El Poder Ejecutivo necesita mayorías parlamentarias operativas que empiecen inmediatamente a votar instrumentos legales para gobernar. Solo las tiene Lacalle Pou. ¿Qué le quedaría a un hipotético gobierno de Martínez? Gobernar por decreto y llegar al límite de la legalidad y usar el veto como herramienta. Es gobernar por la negativa. Notoriamente un gobierno así no es recomendable.

No tiene futuro un país ni genera certezas cuando el titular del Ejecutivo no reúne las mayorías del otro poder político del Estado, el Legislativo. Las declaraciones de Topolansky augurando movilizaciones masivas e inestabilidad, son temerarias, pero además peligrosas institucionalmente. Es lo que piensa porque no cree en la Constitución ni en la democracia. La usa, pero no la abraza.

Nuestra propuesta es la ley y la estabilidad; la de ella, llevarse a pura calle todo por delante. Lo político por encima de lo jurídico. Las oportunidades de inversión interna y externa necesitan certezas y reglas claras. La amenaza de la vicepresidenta espanta cualquier posibilidad. Tiene encerrado también un mensaje de egoísmo y resentimiento: o nos votan o esperen un clima de enfrentamiento y hostilidad. Su cabeza está anclada, no es que no sea de la era digital, no es de la era democrática, que es peor.

Por si fuera poco, el primer senador electo del partido de Martínez, Olesker, luego de hacer malabares de números en un video, termina con un bélico “no pasarán”. Como si él o cualquier dirigente político o burócrata elevara su dedo para decidir quién pasa o no pasa. En democracia lo que “pasa” y “no pasa” lo decide la gente votando libremente y no los resentidos atornillados al poder jugados a mantener, al precio que sea, las prebendas que se han fabricado. El debate en estas dos semanas es sencillo, y está dirigido también a miles de uruguayos que votaron al FA en primera vuelta pero que no están dispuestos a que el MPP y sus aliados del P. Comunista le dirijan la vida y el bolsillo a punto de consignas y bravuconadas.

Entre dos se elige: un gobierno plural, con controles internos y externos, de mayorías parlamentarias efectivas, que gobierna con la ley en la mano, u otro minoritario, a veto y decreto, sin poder garantizar na-da, apoyado en las movilizaciones masivas y no en la certeza de la ley. Uno con el Parlamento u otro con los sindicatos.

Es claro qué es lo mejor.

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