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Marx no tenía WhatsApp

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Javier García
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Escuchar a los declarantes oficialistas, en tono adolescente, quejarse de la "politización" de la protesta del sector productivo es patético.

Si los reclamos sobre el costo/país y las consecuencias de una "política" económica, impositiva y tarifaria no son justamente "políticos", ¿qué son? Esto no lo decide el comité olímpico, lo resuelve el gobierno y por lo tanto es recontra político. De eso estamos hablando, no de gastronomía. A no ser pavos. Pero mucho peor es escuchar a los especialistas de las manifestaciones, los que encabezaron durante años cuanta concentración y marcha se les cruzó por el moño, con alarma, acusar casi que de golpismo a los manifestantes, dentro de los cuales hay muchos que votaron al propio FA y hoy se sienten traicionados. Cómo no van a estarlo si les prometieron el "Uruguay productivo" y los enterraron de cabeza, perdiendo miles de puestos de trabajo y fundando el "Uruguay impositivo".

El presidente está desnorteado. La soberbia le funcionó cuando a costa de los precios internacionales y de una economía que crecía ávidamente tenía en su mano la baraja económica y política: reunía el poder. Hoy Vázquez tiene muy poco poder, y no se da cuenta. No lo tiene ni en su partido donde ya piensan en las candidaturas y su nueva interna, y menos lo tiene en la opinión pública; los índices de gestión que se conocen así lo demuestran. Quiso resolver el tema de taquito, llamando —obligado por las circunstancias— a las gremiales y haciendo una conferencia de prensa con sonrisas y pateando el tema a un "grupo de trabajo" (el nuevo nombre de la burocracia política). Eso, además de no entender lo complejo del asunto, es muy primario políticamente. Este Vázquez, ya no es aquel Vázquez.

El mejor aliado de los manifestantes es el gobierno: cuando hablan multiplican las salidas a las rutas y los indignados. Alcanza con el oficialismo para espolear las manifestaciones. Ahora están tratando de instalar un relato, una épica: es el campo lleno de oligarcas contra las masas trabajadoras y clase media de la ciudad. Como en las ciudades viven muchos más que en el medio rural, esperan que estos cucos aislarán a los manifestantes. Este cuento tiene más de cien años, fue efectivo en su momento, pero ahora no. No entendieron que las causas que sacan a la gente a las rutas son las mismas que en la mesa familiar, la panadería, el taller mecánico, los profesionales y comerciantes en las urbes sufren: el costo de trabajar es insostenible. Se trabaja para un Estado ineficiente y politizado, al que el FA en estos 13 años ha engordado hasta el paroxismo con política, ONGs compañeras, contratos, y gestiones no solo malas, sino también irregulares y algunas corruptas. Y eso se sabe en las ciudades y en el campo, y lo paga el productor de naranjas en Salto, el gomero de Las Piedras, y el empleado que trabaja en 18 de Julio y Ejido.

No hay "grieta" entre el campo y la ciudad y no es la producción o las políticas sociales. No hay Uruguay productivo, integrado socialmente, con capacidad de atender a los rezagados, con escuelas y hospitales de primera (¿se acuerdan del Uruguay de primera?), sin un país agroexportador que empuje, emplee, innove y emprenda. Y eso es campo y ciudad, es uruguayos con uruguayos. No "contra", sino "con". La lucha de clases no puede entender esto. El WhatsApp y "El Capital" de Marx no se llevan bien.

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