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El mal humor de Dios

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Los profesionales de las encuestas lo son tanto como otros profesionales. Por lo tanto cuando se equivocan deben hacerse responsables. No alcanza con acomodar el cuerpo y decir que se “veía venir” un triunfo cuando 48 hs. antes al triunfante lo daban derrotado por unanimidad, salvo dos empresas: Interconsult y Opción.

Los profesionales de las encuestas lo son tanto como otros profesionales. Por lo tanto cuando se equivocan deben hacerse responsables. No alcanza con acomodar el cuerpo y decir que se “veía venir” un triunfo cuando 48 hs. antes al triunfante lo daban derrotado por unanimidad, salvo dos empresas: Interconsult y Opción.

Eso fue lo que pasó el domingo. En los días previos algunos dirigentes políticos le advertimos a los encuestadores lo que iba a suceder, por la sencilla razón de que los dirigentes políticos también son profesionales y manejan información que también da resultados y están asesorados por otros técnicos tan respetables como los que hacen encuestas. No quisieron verlo y sentenciaron lo que no podían afirmar desconociendo el trabajo profesional de otros. Hubo una consultora que el jueves de noche dio un resultado que terminó difiriendo en 16 puntos con lo sucedido el domingo. No es poca cosa. Es como si un médico diagnosticara un resfrío cuando en verdad el paciente tiene una enfermedad grave, debe hacerse cargo por las consecuencias de su impericia. Otro dijo que para que su encuesta estuviera equivocada y ganara quien al final ganó, “Dios debería estar de muy mal humor”, en una afirmación casi que de profeta. Viendo los resultados parece que Dios estaba en uno de sus peores días.

Que las encuestas generan opinión no hay duda. Cuando la información es de mala calidad, como la fue, es mucho peor. Cada mañana posterior a la difusión de datos los medios publicaban lo que sin saberlo estaba equivocado y los analistas, creyendo que la información era buena, explicaban por adelantado que el ganador lo era por tal causa y el perdedor sería derrotado por tal otra. Estos profesionales evangelizan con resultados que hasta el momento dieron pruebas suficientes de que no son confiables, el método es errado y su calidad es muy mala. Es más, alguno en el verano pasado adelantó quien ganaría y quién perdería y quién era más peligroso o mejor para enfrentar al Frente Amplio. Eso además de inducir a error, fue imprudente y poco profesional. Su trabajo fue un enorme y rotundo fracaso.

Se enojaban, me consta, cuando criticábamos sus cifras. No advertían que sus métodos de análisis están caducos. No conocen la “sociología” de los partidos, aquella que los dirigentes políticos conocen en cada colectividad. Cada partido tiene su “sociología” su dinámica humana interna, que es indispensable valorar. Descreyeron de eso cuando le advertíamos que estaban pasando cosas que diferían profundamente de sus datos. Carecieron de la humildad necesaria para entender la opinión también profesional de otros.

En pocas semanas volverán a difundir datos, ahora con vistas a Octubre. Para empezar a ser creíbles lo primero es que reconozcan que su trabajo fue malo y que hicieron daño con mala información. La opinión pública consumió un mal producto que ellos elaboraron. Los partidos fueron mal asesorados y los medios, que deberían relativizar sus resultados y no darlos como verdad revelada, se hicieron eco sin límites. Fueron también imprudentes con muchos dichos y anuncios indemostrables.
Reconocer un error grave es parte de la ética profesional y los autoproclamados “gurúes” de la política deben hacerlo, es un deber. Su error en otro ámbito profesional o comercial sería imperdonable. Se miran y dicen “yo no fui”, pero fueron.

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Javier García

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