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La profecía decía hace un año que en marzo del 2015 asumiría Tabaré Vázquez como presidente. Convencidos de eso estaban varios dirigentes políticos de distinto pelo en la oposición, analistas y mucha gente más. En el Frente Amplio por supuesto igual, y por eso las luchas, al estar resuelto el ganador, se daban por imponer la línea del próximo gobierno, el vicepresidente y hasta el reparto de ministerios: se decía quien sería el canciller, el ministro del Interior y tenían nombre otras tantas porciones de la torta. El Frente superaba el 45% de las preferencias en todas las encuestas y el principal partido de oposición, el Partido Nacional, rondaba el 20%. Así fue durante los últimos cuatro años.

La realidad, un año después, es bien distinta. La política está bien lejos de ser una ciencia exacta. Las profecías solo se cumplen cuando quienes tienen el deber de trabajar para evitarlas se quedan de brazos cruzados resignados hasta por lo supuestamente inevitable. Este pasado 2013 que

La profecía decía hace un año que en marzo del 2015 asumiría Tabaré Vázquez como presidente. Convencidos de eso estaban varios dirigentes políticos de distinto pelo en la oposición, analistas y mucha gente más. En el Frente Amplio por supuesto igual, y por eso las luchas, al estar resuelto el ganador, se daban por imponer la línea del próximo gobierno, el vicepresidente y hasta el reparto de ministerios: se decía quien sería el canciller, el ministro del Interior y tenían nombre otras tantas porciones de la torta. El Frente superaba el 45% de las preferencias en todas las encuestas y el principal partido de oposición, el Partido Nacional, rondaba el 20%. Así fue durante los últimos cuatro años.

La realidad, un año después, es bien distinta. La política está bien lejos de ser una ciencia exacta. Las profecías solo se cumplen cuando quienes tienen el deber de trabajar para evitarlas se quedan de brazos cruzados resignados hasta por lo supuestamente inevitable. Este pasado 2013 quedó demostrado que la cosa es bien distinta. El FA que esperaba que con la formalización de la candidatura de Vázquez se cumpliera la profecía y que a pesar de Pluna, la ley de marihuana, la inseguridad y el desastre de la educación, disparara en la encuestas y consolidara la imagen de triunfo, no lo logró. No solo no lo logró, sino que hoy todas esas mismas encuestas lo dan por debajo de lo que estaba antes de esa proclamación. Vázquez no disparó nada, lejos de eso, y su figura sufrió, a pesar del "profundo y prolongado silencio" del que se jactaba, las mismas consecuencias de su partido.

Aquello de que Mujica es una cosa y Vázquez otra, y por eso el desgaste del primero no toca al segundo, era bien equivocado. No solo lo alcanzó el desgaste del gobierno sino también sus propias equivocaciones, de las que ha sido una máquina de producirlas desde que reapareció, como cuando sugirió la legalización de la cocaína, adelantó que Bonomi sería su ministro, defendió los resultados de la educación o, más cerca, anduvo de ironías agresivas con un periodista. Vázquez no es ni nunca fue un fenómeno, fue un aprovechado de las circunstancias ajenas a él que le tocaron al Uruguay. Lo que fue de su autoría es de lo que más nos quejamos: ley educación, seguridad, impuestos, Pluna y otros tantos.
Paralelo a eso se empezó a dar un fenómeno muy fuerte de renovación en el Partido Nacional que del 20% de las preferencias de hace un año lo llevó a estar hoy casi en el 30% en las encuestas. Muchos analistas auguraban resultados que no tenían en cuenta un dato fundamental: la política. El propio Agustín Canzani reconocido politólogo y de extracción frenteamplista, le advirtió a los dirigentes frentistas hace unos días que pueden perder y que el proceso de renovación nacionalista es un problema muy serio y nuevo para ellos. A partir de los resultados de la interna Blanca se va a dar lo que no se preveía hace un año: el próximo presidente será Blanco.

Las profecías se cumplen cuando se pierde el tiempo hablando de ellas. Por eso lo que auguraban que iba a suceder, ya no sucede. No se pueden enfrentar ni resolver los desafíos del siglo XXI con liderazgos antiguos. Una vez más la gente construyó el camino a pesar de que le decían que era imposible. Como decía Wilson, la gente es muchos más inteligente que todos los dirigentes juntos. Y lo es.

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Javier García

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