Publicidad

La fractura expuesta

Compartir esta noticia

Lo del Marconi muestra eso. Había cosas que no sucedían, límites que no se pasaban, a los niños, los viejos, la maestra y al médico se los respetaba. Acá no hubo límites: gurises del barrio encerrados en una escuela para no ser lastimados en plena refriega, el médico agredido tuvo que ser internado. La zona fue un desastre. Un chófer de ómnibus entregado a la suerte de sus secuestradores. A los Bomberos, la Republicana no les pudo garantizar la seguridad. Uruguay cambió, está fracturado.

Lo del Marconi muestra eso. Había cosas que no sucedían, límites que no se pasaban, a los niños, los viejos, la maestra y al médico se los respetaba. Acá no hubo límites: gurises del barrio encerrados en una escuela para no ser lastimados en plena refriega, el médico agredido tuvo que ser internado. La zona fue un desastre. Un chófer de ómnibus entregado a la suerte de sus secuestradores. A los Bomberos, la Republicana no les pudo garantizar la seguridad. Uruguay cambió, está fracturado.

Después de 10 años de bonanza económica y recaudación millonaria, se consolidaron zonas donde el Estado se replegó y le dejó a bandas de narcotraficantes el gobierno y “la administración” del territorio. El Frente Amplio le soltó la mano a los sectores más desprotegidos como pasó en la cuenca del Casavalle donde se inserta el Marconi. Las políticas que generan inclusión, los servicios básicos y la educación fueron deficientes o absolutamente ineficaces. Los resultados mandan. Los más pobres fueron los más abandonados, tanto, que bandas mafiosas se encargan de decidir si allí entra o no la policía o la ambulancia, si un ómnibus pasa o se incendia, si un médico atiende o se lo trata como a un enemigo a pesar de que su vida esté entregada a esos vecinos. Y esto es producto de la destrucción de la sociedad de los valores, de los pilares sobre los que se construyó el Uruguay moderno, de justicia y equidad. Es fruto de que se rompió la escalera social a la que se accedía con la escuela pública y trabajando duro. Ese Uruguay se encargó de tirarlo al piso Mujica. Todo fue relativo con él: hacer las cosas bien y mal, estudiar o ser un vago, decir una cosa o la contraria, hacer cualquier cosa para lograr el objetivo aunque esté fuera de la ley (lo político antes que lo jurídico).

Los valores de antes, los “códigos”, ahora no existen. No se respeta nada: ni a la maestra, ni a los adultos, ni a los niños, ni a la policlínica, ni al barrio, ni a la seguridad. Nada. Después de 10 años en el Marconi y otros barrios, el Estado abandonó a los más pobres y los dejó en manos de unos pocos delincuentes que administran la vida y la muerte, o si funcionan los servicios y pasa el ómnibus.

No es un tema de ley penal, es de un Estado que fracasó, falló. Los mismos niños que sufrieron la revuelta del viernes anterior, son los que participan en las olimpíadas de matemáticas de Los Pinos en ese mismo barrio, y superan a niños que incluso van a colegios privados. Centenas de ellos progresan a fuerza del motor fantástico de la educación. Los que concurren al Tacurú salesiano y a otras obras, y aprenden a estudiar y trabajar, progresan. Cuando alguien se preocupa de ellos sale lo mejor de cada uno y los delincuentes pierden la partida. Se empoderan cuando hay un “Estado fallido” y la mayoría queda abandonada.

¿Qué hicieron en estos años? ¿En dónde están los recursos que se debieron poner para atender a los más pobres? A Casavalle no llegó la abundancia y el crecimiento económico, la basura y las ratas alfombran todas sus calles, la miseria golpea a todos, las mafias en las bocas de pasta base atormentan la vida. Los “progresistas” por allí no pasaron, seguramente estaban participando en mesas redondas de burócratas hablando de los pobres en el centro de la ciudad.

Este es el resultado del progresismo vacío, de pico, el que habla de los pobres y se encarga de que sigan siéndolo.

SEGUIR
Javier García

¿Encontraste un error?

Reportar

Te puede interesar

Publicidad

Publicidad