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El fracaso social

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Javier García
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Cuántas veces se repitió aquello de los niños que alguien denunció que comían pasto en la crisis de 2002 y repetía el actual presidente siendo candidato. Fue una versión que se instaló y corría evocando la dureza de esa imagen. Se repitió hasta el cansancio.

La sensibilidad, pretendida, de quienes lo decían, se evaporó, no existe más. Porque parece que dolía aquello que se repetía una y otra vez, pero pasan en punta de pie y mirando para el costado por las calles donde hay contenedores de basura y muchos uruguayos en pleno día se zambullen adentro para buscar algo para comer. No estamos en la crisis del 2002 de aquella frase, sino en el Uruguay que creció durante años muchos de ellos a tasas históricas, y en el cual el FA se jactó de ser el prócer de las políticas sociales. Uruguayos, jóvenes y adultos, que meten medio cuerpo adentro del contenedor para buscar algo de comer y en la noche se los encuentra en cualquier rincón con un techo que los proteja en las entradas de edificios o plazas, se tapan con nylon o cartones y pasan a la intemperie. Según el Mides es un problema mundial, (¿cuándo no?) y responde a nuevas "formas de estar en la calle".

Será nueva o vieja pero lo que es indudable es que apenas se detuvo el crecimiento económico se derrumbó un modelo que estaba prendido con alfileres, en el cual las políticas sociales demostraron no serlo. Contratar centenares de consultores, hacer discursos tecnócratas, transferir partidas mecánicamente demostró ser un fracaso que solo benefició a los burócratas que intermediaron con la pobreza. Los que se beneficiaron fueron oficinistas políticos y consultores varios que diagnosticaron e hicieron seminarios para hablar de los pobres.

Cientos de personas comiendo restos en contenedores de residuos y durmiendo en las calles no es el éxito de las políticas sociales, es su rotundo fracaso. Reconocido incluso por el propio expresidente Mujica, como si no hubiera tenido las mayores responsabilidades.

Como bien afirmó Lacalle Pou en la sesión de rendición de cuentas, este período de Vázquez regularizará menos asentamientos que los regularizados en el gobierno del expresidente Jorge Batlle, en plena crisis económica del país. Tuvieron todo y despilfarraron dinero que no llegó a la gestión social con eficacia, sí con clientelismo. Pero no solo se regularizaron menos, lo peor: crecieron los asentamientos. Hay más gente que cayó, viviendo en barrios irregulares, sin servicios, y haciéndolo sin la dignidad mínima para criar a los hijos y entre aguas sucias. Hubo mucha prosa social, poca política social.

Nadie medianamente sensato, sin fanatismos, puede explicar que luego de la bonanza económica del país empujada por sus materias primas y los precios internacionales, apenas se detiene el crecimiento, la situación social se deteriore como se ve a simple vista y eso no sea un fracaso social rotundo de los gobiernos del FA. El modelo clientelar y asistencialista está hecho para perpetuar la pobreza y la dependencia política, no para la autonomía de la gente.

En Uruguay no hay nada más avanzado que proteger la libertad de las personas y darles oportunidades y herramientas a quienes no la pueden ejercer poniéndolos en la pista de largada, empezando por los más débiles, que lo que piden es poder decidir con sus manos y no que les empadronen su conciencia en el comité del Mides.

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