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Cien días después

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Vamos a contar cómo viene la mano en la Torre Ejecutiva con respecto al diálogo por seguridad creado por el presidente Vázquez forzado por su fracaso en la materia. Concurrí a todas las reuniones, salvo una en la que la gripe me sacó tarjeta roja.

Vamos a contar cómo viene la mano en la Torre Ejecutiva con respecto al diálogo por seguridad creado por el presidente Vázquez forzado por su fracaso en la materia. Concurrí a todas las reuniones, salvo una en la que la gripe me sacó tarjeta roja.

Acordamos cuatro proyectos: 1) modificación del Código del Proceso Penal en su fecha de aplicación y en ciertas figuras procesales; 2) limitación de la libertad anticipada para reincidentes; 3) medidas parciales (no incluyen el tráfico interno) contra el narcotráfico; y 4) modificaciones en dos delitos del Código Penal.

De los cuatro proyectos, el primero no tiene nada que ver con la seguridad pública, es importante para la administración de Justicia, pero nadie va a estar más seguro a partir de esto. Solo este y el segundo tienen media sanción legislativa, pero de este último hay diputados del Frente Amplio que ya dijeron que no lo comparten. Es decir que su aprobación depende de la oposición y no de los votos que asegura Vázquez en las reuniones. Respecto a los otros dos, no tienen ni un minuto de tratamiento parlamentario. Con respecto a las penas para los menores infractores que cometen delitos gravísimos como homicidio, el presidente ya dijo que no habrá modificaciones. Quiere decir que seguirá el actual régimen que no rehabilita a nadie y participa de una calesita de menores que delinquen y entran y salen a delinquir nuevamente.

Habitualmente se dice que un presidente nuevo tiene 100 días para lanzar su gestión y aprobar lo más importante. En este caso llevamos 100 días no de un presidente nuevo sino de uno que tiene mayorías legislativas propias, más todo el sistema político reunido y acordando proyectos y con todo ese enorme capital político, en esos mismos 100 días, no hay una sola ley aprobada. Un dato: acordamos las penas contra el narcotráfico y Váz-quez tardó tres semanas para enviar el proyecto al Parlamento. Hay 2 kilómetros entre la presidencia y el Palacio Legislativo, mucho tiempo para tan poca distancia.

Algunos analistas dicen que se puede pagar un costo político. Yo pregunto qué es más costoso, si se quiere medir en esos términos, dejar de ir o seguir yendo a algo que terminará siendo una frustración y donde todos seremos corresponsables de la misma. Yo elijo la puerta número 1 y pago ese precio, si hay que pagarlo. El presidente no puede enfrentar la inseguridad porque no se anima a tomar medidas drásticas. Como no puede, quiere licuar esa responsabilidad con los partidos de la oposición. El que no vea eso no ve nada. Si estuviera dispuesto a cambiar, valdría la pena. Pero tres meses después de empezar, demostró que no tiene ganas o no tiene fuerza.

El discurso dialoguista está bárbaro, pero si no se acompaña de resultados es irresponsable. No porque el diálogo no sirva sino porque si no tiene resultados une a todos los partidos en el fracaso, y la democracia tiene que tener alternativas. La alternativa al FA es el Partido Nacional. Tenemos lealtad institucional y vocación de diálogo pero no podemos caer en la trampa de ser responsables de malos resultados por una gestión en la que no tenemos arte ni parte.

Para qué agrandar la lista de “proyectos” que terminan entrando lentamente al parlamento para no aprobarse. ¿No es lógico hacer una pausa y votar lo que está acordado?

Por eso es bueno un impasse, sin hacer dramas. Pausa y votación.

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Javier García

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