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Ancapeanos ¡qué zoncera!

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La ridiculez a veces es el paso en falso de lo sublime, pero generalmente es simplemente zoncera. Lo de la ministra Cosse en la conferencia de prensa donde se anunció la capitalización de Ancap, es lo segundo en su grado máximo: “los ancapeanos van a saber resolver el problema”.

La ridiculez a veces es el paso en falso de lo sublime, pero generalmente es simplemente zoncera. Lo de la ministra Cosse en la conferencia de prensa donde se anunció la capitalización de Ancap, es lo segundo en su grado máximo: “los ancapeanos van a saber resolver el problema”.

Esta frase antológica esconde el problema de fondo de la administración pública y de las empresas de este dominio en términos generales. A la elite burócrata frentista no se le ocurre pensar que la administración pública debe estar al servicio de los ciudadanos y no de los funcionarios. Esta tontería de creer que existe una categoría llamada “ancapeanos”, que participan de un don especial sobre el resto de los uruguayos, y que quieren a la empresa pública frente a la inmensa mayoría que la “ataca” exigiendo buena gestión y transparencia, solo se le puede pasar por la cabeza a la ministra, ancapeana, Cosse. La administración pública pertenece, según esta novedosa interpretación de la propiedad estatal, a unos seres particulares: los anteleanos de Antel, los uteanos de UTE, los anpuerteanos de la ANP, o los oseanos de OSE.

El desastre de Ancap es fruto, además de todo lo sabido, de esta patología nacional que demuestra la frase de Cosse: la corporación de los mandos medios y gerenciales que manejan las empresas sin el riesgo de ser afectados por sus malas decisiones, ni funcional ni patrimonialmente. Están tranquilos en sus cargos sin rendir cuentas, y además algunos, como pasó en Ancap, saltan de sus cargos a las direcciones políticas y multiplican su capacidad corporativa. Ese es el sueño “ancapeano”: ser el emperador corporativo que el actual presidente Coya logró.

La zoncera aumenta exponencialmente cuando, ante estos argumentos, los fundidores de empresas públicas nos dicen: ustedes quieren privatizarlas. Y ahí se reciben no de “ancapeanos”, sino de bobos. Sin embargo esta semana presenciamos sí una forma de privatización oculta: las decisiones estratégicas en la empresa más poderosa del país (y monopólica) las seguirán tomando un grupo reducido (“los ancapeanos”) liderados por Sendic y Cosse (antes Martínez), pero las pagaremos nosotros con las tarifas, con deuda y con impuestos. Este grupito ama a la empresa, a pesar de que la fundió. Amores que matan. Decisiones de unos pocos, pero las deudas, públicas. Y vienen con la monserga de la privatización. ¡Por Dios!

Entre lunes y martes, en apenas 24 horas, decisiones políticas nos endeudaron por 350 millones de dólares más. Es la nueva herramienta de la politiquería, patear para adelante la pelota de la gestión y las responsabilidades. Comprometen con plata ajena, endeudándonos y tapando con el bolsillo de otros los desastres de gestión, las irregularidades y la corrupción. De Ancap vamos a tener que poner US$ 520: de un bolsillo, y mediante deuda US$ 250 millones más, y a partir del pacto entre Martínez y Novick otros US$ 100 millones más en la IMM que se sumarán al agujero negro de la Intendencia y que pagaremos con impuestos. Dirigentes que endeudan, pueblo que paga.

Ni ancapeanos, ni que ocho cuartos. Los contribuyentes somos los que pagamos el pato de la boda de los desastres de malos administradores y malos políticos, ancapeanos o pluneanos. La corrupción no es sólo meter la mano en la lata: es también creerse con el derecho a meterla, impunemente, en el bolsillo de la gente. Feliz 2016.

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Javier García

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