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Volver al sistema

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ISABELLE CHAQUIRIAND
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Resiliencia. En física y química es usado para describir la capacidad del acero para recuperar su forma inicial a pesar de los golpes que pueda recibir y de los esfuerzos que puedan hacerse para deformarlo.

En psicología, sin embargo, está relacionado con la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a las situaciones adversas. Es superar algo, salir fortalecido y mejor que antes. Es la capacidad de afrontar la adversidad. Por ende, la resiliencia en las áreas de la persona tiene que ver más con la entereza, que con la resistencia.

El término también se ha extendido de otras ciencias sociales. En este contexto de crisis se habla de la resiliencia empresarial, como la capacidad de las empresas para adaptare rápidamente al nuevo contexto para sobrevivir y, eventualmente, salir fortalecidas. De la misma manera podemos hablar de la capacidad que tienen los países o las sociedades para adaptarse y redefinirse luego de un cambio significativo de las reglas de juego. Dicho en sencillo, ver las crisis como oportunidades. O como dice el matemático Nassim Taleb, hacer una omelette con los huevos rotos.

Mucho se ha hablado del Covid y sus consecuencias, en especial las dificultades del confinamiento, cuarentena o aislamiento social. Impacto desde el punto de vista social, sicológico, educativo, sanitario y económico. Ha sido un golpe inesperado que nadie ha buscado ni querido, pero nos tocó y es un desperdicio no creer que algo pudimos haber aprendido de todo esto.

Hace unos días, la comunicadora María Gomensoro relatando sus días de cuarentena y a la espera de los anuncios de la vuelta a clase, decía en una entrevista televisiva: “ahora yo no sé si ahora quiero devolver a mis hijas al sistema”. Después de convivir con ellas, de no correr detrás de las viandas, los horarios, las decenas de mensajes de whatsapp e infinitas coordinaciones de agenda, descubrió otra manera de vivir en familia con sus hijas. Una vida donde pudo estar con lo que ya sabía que era importante pero que siempre quedaba postergado por lo urgente. Y a pocos días del anuncio de la vuelta a clases, un sentimiento de nostalgia se asoma, de no querer ser resiliente desde el punto de vista de la física, sino desde lo psicológico. No volver a lo mismo de antes, sino ser mejores.

La nueva normalidad está asomando aunque los niños no hayan vuelto a las clases y los shoppings no hayan abierto. Lo vemos en las noticias, en los temas de conversación, en la agenda de los políticos. Estamos dejando atrás los días donde gran parte del sistema político entendía que había un enemigo común al que debíamos atacar. Donde más allá de las discrepancias y los matices, la mayoría estaba alineada y buscando el interés común. Ya asomaron los protagonismos por las negociaciones con UPM o los méritos de las estadísticas de delitos.

Ya volvimos a lo de antes. Y ante esta normalidad, un sentimiento de nostalgia aparece en el que tampoco queremos devolver el país al sistema. Nostalgia de que no hayamos aprendido nada. De que volvamos a las riñas por temas que no hacen al país como uno solo y perdamos la referencia de lo importante, mareados por lo urgente. Ojalá algo hayamos aprendido. Ojalá de una vez por todas, seamos resilientes. 

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