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Todos del mismo lado de la batalla

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ISABELLE CHAQUIRIAND
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Estamos en guerra. Una guerra contra un enemigo invisible, que nos agarró desprevenidos, con el que no podemos negociar ni llegar a acuerdos. Que ha parado la sociedad, la economía, la educación.

Un enemigo que se dispersa y no respeta civiles de militares, que entra en nuestras casas de forma invisible. Pero que además, se mete con los más débiles.

Siempre dicen que en las crisis se ve lo mejor y lo peor de las personas. Probablemente, también de las sociedades. Desde que se desató la crisis del Covid-19 en nuestro país, las reacciones han sido varias en diferentes sectores: hay empresas y emprendedores armando movidas para crear soluciones o paliar las consecuencias; voluntarios que donan su tiempo para ayudar a otros; gobiernos y organismos multilaterales reorientando recursos para financiar soluciones para sus países y para los otros.

Pero también vemos la otra cara de la sociedad: oportunistas que venden alcohol en gel y mascarillas a precios desorbitados ante la escasez; políticos que sacan tajada, echándole la culpa al nuevo gobierno de la disparada del dólar; o gente que, en plena cuarentena y con diagnóstico positivo, se pasea por la vida como reguero de pólvora. Pareciera que, ante la mayor crisis de la humanidad en la historia reciente, no basta con el enemigo externo, que tenemos que sumar batallas internas absolutamente innecesarias, que no solo no suman sino que le dan de comer al enemigo.

Esto mismo se ve replicado a nivel mundial. Parece increíble en este contexto ver al presidente de la mayor potencia mundial hablando de “China virus” alimentando la xenofobia, en un país donde basta tirar un fósforo en la paja para que arda Troya. O la diferencia notoria de medidas tomadas por los países de la misma Europa ante el virus, algunos con más o menos soberbia, o algunos con más o menos billetera para respaldar su sistema sanitario, que lo único que ha hecho es enlentecer el combate. Una Europa hiperconectada, con toda la estructura política y económica que les permitiría hacerlo en conjunto.

Parece ridículo pensar en controlar el virus de manera descoordinada o distrayendo recursos y energías. Pareciera que le estamos regalando la batalla en bandeja al enemigo.

Hace pocos días, el escritor israelí Yuval Noah Harari, una de las voces más escuchadas en el mundo entero en los últimos años, dio una nota a El País de Madrid, donde decía que la gran ventaja de los humanos sobre los virus es la capacidad de intercambiar información. Ganar esta batalla depende en gran medida de eso, y es nuestra ventaja competitiva. Aprender de los otros, saber qué y cómo combatirlo. Incluso, decía el autor, el aislamiento requiere información para hacerla no solo de manera efectiva contra el virus, sino para sobrevivir a ella. Por eso afirma que “contra el coronavirus, es más importante la información que el aislamiento”. Y la información, bien utilizada, no es otra cosa que una forma de cooperación, de coordinación y de generosidad.

Posiblemente, cuando todo esto pase, el mundo no sea igual. Ojalá hayamos aprendido mucho y salgamos fortalecidos. Pero no tenemos que esperar a que pase la guerra para aprender cómo ganarla. Hay una lección que es clara desde ya y es que, para ganarla, tenemos que darnos cuenta que estamos todos del mismo lado de la batalla.

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