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La sonrisa de Mona Lisa

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isabelle chaquiriand
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En el siglo XV nacía en la ciudad de Florencia, Italia, Lisa Gherardini.

En el seno de una familia noble y siendo aún adolescente, contrajo matrimonio con un mercader de telas, Francesco di Bartolomeo del Giocondo, considerablemente mayor, con quien tuvo cinco hijos y una vida de clase media acomodada. Se hizo famosa no por su historia personal, sino porque la leyenda dice que, por encargo de su marido, fue la modelo de uno de los cuadros más famosos de la historia del arte.

Su autor, Leonardo da Vinci, nunca quiso entregarlo ya que jamás estuvo satisfecho con la pintura. Siempre la consideró inconclusa. A lo largo de la historia, la obra ha estado envuelta en un halo de misterio fruto de la sonrisa de su protagonista. Considerada un símbolo del enigma emocional, muestra una expresión que parece dulce, pero también triste.

Esta historia inspiró el título de la película La sonrisa de Mona Lisa con Julia Roberts, donde la protagonista es una profesora de arte en un internado femenino conservador a mediados de siglo XX, cuya misión era “proveer una excelente educación liberal para mujeres que marcarán la diferencia en el mundo”. Para ello, recibían clases de buenos modales, de cómo servir a sus esposos y donde un anillo de compromiso era el premio mayor a una buena educación. Jóvenes a las que se les enseñaba a sonreír aunque sintieran tristeza y decepción. Película que hoy en día las madres vemos con nuestras hijas como símbolo de lo que las mujeres debieron pasar a lo largo de los años y han conseguido gracias a la lucha feminista.

Un tiempo antes, a principios de los ‘90, Bruce Willis, Meryl Streep y Goldie Hawn, protagonizaron la película “La muerte les sienta bien”. En plena época de ebullición de cirugías plásticas, trata sobre dos mujeres que se disputan el amor de un cirujano plástico. Ambas entran en una obsesión enfermiza por la juventud eterna, dejando ver sus grotescas consecuencias. La comedia de humor negro en su tiempo fue repudiada por la crítica por misógina. Hoy parece un tanto profética.

En un mundo donde las mujeres hemos conseguido grandes conquistas que nos acercan hacia la autonomía, la libertad y la igualdad, también crece un mundo de aprisionantes mandatos del deber femenino. Estándares estéticos de cuerpos firmes y voluptuosos, labios carnosos, moda exigente y actitud de adolescencia eterna. “¡No parecés la madre, parecen hermanas!”, es el mejor elogio a la madre de una joven. Las huellas de la vida como la flacidez, la celulitis o las arrugas son defectos en el imaginario contemporáneo de la perfección. La mujer moderna es feminista, empoderada, rebelde, pero sometida a esclavizantes, costosos y dolorosos estándares de belleza. Al final, parece que lo que hicimos fue cambiar de corset.

Treinta años después de filmada la película, Meryl Streep es una de las actrices más admiradas del mundo y logró los mayores éxitos de su carrera después de los 60. Ha dignificado la madurez femenina en Hollywood y, por extensión, en el mundo entero. Mientras tanto, Goldie Hawn parece haber seguido los pasos de su personaje, con una carrera que no ha prosperado y con un rostro irreconocible por las cirugías. En un mundo donde, a pesar de todo lo avanzado, todavía sigue vigente lo de la sonrisa de Mona Lisa.

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