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Un nuevo relato y ¿Lacallismo?

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isabelle chaquiriand
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Hace unos días, Tomás Linn publicó su último libro “Tiempos de cambio -una nueva época y una nueva generación”. En él sostiene que “se puso en marcha una reformulación generalizada en el quehacer político y en la renovación de liderazgos con una generación distinta como protagonista”.

El título y las primeras páginas me hicieron recordar una columna de Facundo Ponce de León en Búsqueda, donde reclamaba la necesidad de un nuevo relato como país que reconfigure el inconsciente colectivo nacional y trascienda al paternalismo batllista que nos ha dominado por más de 100 años. Hablaba de un país en guerra civil ideológica entre el Uruguay del Estado paternal y los que quieren una nueva épica, de la necesidad de una nueva política pero que aún no tenía una narrativa que lo definiera, matriz cultural, relato aglutinador, ni mito fundacional.

Unos años después, Linn ve un punto de inflexión en la vida política del país, donde el Partido Nacional, con Lacalle Pou como figura visible de ese cambio, abre una nueva manera de hacer las cosas. Un estilo de liderar y una forma de hacer diferente, que también se vislumbra en el perfil de los nuevos dirigentes políticos de otros partidos y en otras áreas de actividad del país. Un estilo práctico y concreto, trabajando en temas precisos y duraderos más allá de cualquier “cosmovisión”, sin que por ello carezca de una concepción de modelo de país, pero a la que le da mucho menos protagonismo que sus antecesores.

Su estilo franco, “su aplomo, su capacidad de mantener la calma en el medio de la tormenta y la serenidad para no perder el rumbo ni cambiar sus planes aún en la peor de las crisis”; supo ser “un buen estratega para definir con precisión cada paso a dar y para entender, como pocos, el humor del país”, según Linn; sabiendo unir a varias corrientes en un partido multicolor, pero bajo un mismo liderazgo. Como resultado, ganó las elecciones y ostenta porcentajes de simpatía a su gestión en niveles históricos a pesar de la pandemia, y marca una impronta nueva.

Pero Lacalle Pou no es causa sino consecuencia. Hay un “país de una generación emergente que se profesionaliza y produce”, dice Linn. “Había ya algo en la sociedad que iba en esa dirección y Lacalle Pou lo percibió”. Ese “algo”, esa necesidad de un nuevo relato que Ponce de León ya reclamaba hace unos años, es una mentalidad que está cambiando, pero que todavía precisa cuerpo.

Lacalle Pou tiene enormes cualidades lo suficientemente grandes como para marcar un estilo personal propio, cambiar la historia de las elecciones y gestionar exitosamente la pandemia. Pero el gran desafío, no solo para el Partido Nacional y la coalición, sino para aquellos que en la guerra civil ideológica reclaman una nueva narrativa, es que realmente haya un cambio de época y un nuevo relato del ser uruguayo. Y para eso, el desafío es que este nuevo estilo tenga sustentos ideológicos lo suficientemente profundos como para que se transforme en legado y pueda ser continuado. Que no quede en un carisma personal que lo llevó a ganar las elecciones y altos niveles de popularidad personal, sino que realmente sea una nueva época, una nueva matriz cultural, un nuevo relato que trascienda a la figura. Pasar de la figura de Lacalle Pou al Lacallismo.

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