En los últimos años surgieron diversos cuestionamientos y propuestas que apuntan a reescribir el contrato social del capitalismo. Algunas de ellas defienden la necesidad de más intervencionismo estatal, como es la mirada progresista del intelectual británico Paul Mason.
Y otras, por el contrario, a que el intervencionismo ha sido la causa de las fallas del sistema como es el caso de Rainer Zitelmann, reciente invitado a nuestro país del CED para presentar su nuevo libro “El capitalismo no es el problema, es la solución”.
Pero a grandes rasgos, las nuevas propuestas tienen un punto en común: las empresas necesitan medidas de éxito más variadas que simplemente las ganancias y el crecimiento. Entre otras cosas, porque no es sostenible.
Hace más de tres décadas, la Comisión Brundtland de las Naciones Unidas destacaba en “Nuestro futuro común” que los impactos sociales y ambientales son relevantes y deben incorporarse a los modelos de desarrollo. A partir de allí, varias ideas se desarrollaron, entre ellas: el “capitalismo consciente”, inspirado en las prácticas de las llamadas marcas “éticas”; el “capitalismo inclusivo”, defendido tanto por el Banco de Inglaterra como por el Vaticano, que busca un “capitalismo para el bien común”; la “economía de la dona”, de Kate Raworth, conocida como la Keyenes del siglo XXI, que sugiere que es posible prosperar económicamente como sociedad y al mismo tiempo permanecer dentro de los límites sociales y planetarios; el modelo de “los cinco capitales” de Jonathan Porritt, el autor de “Capitalism As If The World Matters” que pide la integración de cinco pilares en los modelos económicos existentes: natural, humano, social, manufacturado y financiero.
A partir de estas ideas, las empresas están comenzando a adoptar “los cinco capitales” como parte del movimiento B-Corporation. Las empresas certificadas adhieren a considerar “el impacto de sus decisiones en sus trabajadores, clientes, proveedores, comunidad y el medio ambiente”. Entre sus seguidores están grandes corporaciones como Danone, Patagonia y Unilever. Adicionalmente, en 2019 más de 180 directores ejecutivos corporativos, que incluyen a Wal-Mart, Apple, JP Morgan Chase y Pepsi publicaron una declaración donde redefinen “el propósito de una corporación” y reconocen que deben redefinir el papel de las empresas en relación con la sociedad y el medio ambiente. Es decir, hacer más que ofrecer beneficios a sus accionistas.
El Foro Económico Mundial de Davos en 2020 marcó una agenda de siete grandes temáticas para actores públicos y privados, que marcan la agenda a nivel mundial en la búsqueda de la consecuesión de un capitalismo más consciente, sostenible y cohesionado: Mejores compañías para un mundo mejor; poner el planeta en el centro del debate; orientar el desarrollo tecnológico hacia el bien; el futuro del trabajo; una sanidad del futuro; hacia una geopolítica verdaderamente global y la exigencia de un sistema económico más justo.
La agenda está marcada y la consciencia está creda. Todos los actores, gobiernos, empresas, consumidores serán los que definan si estamos frente a un nuevo capitalismo, o simplemente frente a una de las mayores aspiraciones de deseo de nuestros tiempos.