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Messi y la falsa ilusión del éxito

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ISABELLE CHAQUIRIAND
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Una historia de cuento con un capítulo inexplicable en estos tiempos: el joven rosarino que llegó al Barcelona a los 13 años para poder financiar su tratamiento médico, termina su ciclo en el club luego de 21 años “debido a obstáculos económicos y estructurales”.

Lionel Messi, el mejor jugador de fútbol del mundo, que le dio 35 títulos al Barça y una cantidad astronómica en facturación, se va a pesar de haber hecho todo lo posible para quedarse. Su vida no salió como la planeó. Y sin quererlo, posiblemente esta sea una de las mayores lecciones que pueda transmitir como ídolo de tantos.

Hace tiempo que el fútbol dejó de ser solo fútbol. Es publicidad e imagen. Se trata de vender un producto con la mejor envoltura posible a través de la vedettización del jugador como un aspiracional, la personificación del éxito y felicidad a cambio de millones. De frente son un fenómeno de atracción emocional, y por detrás una máquina de imprimir billetes. El partido se juega tanto (o más) fuera de la cancha, que adentro.

Estas figuras, los ídolos, juegan un rol importantísimo en nuestra cultura que es lo que le da sentido al mundo en que vivimos: nos dan pautas sobre lo que es bueno y malo, estímulos y castigos, creencias y valores. Una cultura que da lugar a una sociedad donde se venden más (bastante más) libros de autoayuda que de filosofía, porque valoramos más las respuestas que las preguntas. Respuestas que encontramos en cuentas de Instagram llenas de filtros, esposas esculturales, marcas de ropa, y vacaciones paradisíacas. Esos son los ídolos con los que crecen nuestros hijos y convivimos los adultos.

Lionel Messi, sin dejar de ser parte de todo eso, no oculta que ese brillo no le fue gratis en esta vida: una juventud alejada de su familia, un prolongado tratamiento de hormona de crecimiento, y, según algunos, síndrome de Asperger. Hoy, a pesar de haber logrado todo ese poder concentrado en una sola persona, no puede conseguir su mayor deseo tanto personal como profesional. Y probablemente, ese sea uno de los mensajes más importantes que nos pueda dar: seas Messi o quien seas, la vida dos por tres nos pone en lugares que no teníamos planeados. Lugares donde no queríamos estar, que no teníamos previstos. Y, por si no nos había pasado antes, a muchos la pandemia se ocupó de enseñárnoslo. El camino perfectamente diseñado a veces se desdibuja y nos hace tomar contacto con nuestra vulnerabilidad, ignorancia y falta de control sobre nuestras vidas. Un revolcón de humildad donde no tenemos mostrador de atención al cliente donde ir a quejarnos porque la vida no está resultando como la habíamos planeado. Trago difícil de procesar en esta sociedad donde el relato predominante está exclusivamente centrado en la meritocracia, en el “porque yo lo valgo” y “si querés, podés”. Es que a veces no se puede y no es porque no lo valga. Y cuando se puede, no es exclusivamente por mérito propio.

Yuval Noah Harari dice que la capacidad de adaptarnos será una de las habilidades más importantes en el futuro. Para eso, deberemos tener una enorme capacidad de tolerar la frustración y desarrollar la resiliencia. Pero si nosotros no se lo estamos pudiendo transmitir adecuadamente a nuestros hijos, probablemente Messi les haya dejado alguna lección este fin de semana. Gracias por eso, Lio.

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