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Evolucionemos nosotras también

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ISABELLE CHAQUIRIAND
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Hace 15 años, cuando quedé embarazada de mi hijo mayor, apenas había empezado a cursar mi maestría y trabajaba horario completo al mismo tiempo. 

Cuando di la noticia en la Universidad, lo primero que me preguntaron las mujeres que trabajaban allí, con total naturalidad y como algo obvio, era si pensaba abandonar el máster “ahora que vas a ser mamá”.

Hace unos años, a mi hija menor que hoy tiene 8 años, en el colegio le preguntaron qué quería ser cuando fuera grande. Ella dijo que quería ser presidente de la República, porque quería trabajar para que todos los niños tuvieran una buena educación. Su maestra se rió y le dijo “pero las mujeres no pueden ser presidente…”

Hace unos meses, en una reunión social con diferentes familias, varias mujeres de mi edad, un poco más, un poco menos, estaban conversando sobre las opciones de carrera que estaban evaluando sus hijas mujeres que estaban llegando al final del liceo. Liceos con la mejor formación y todas las herramientas para hacer lo que quisieran en la vida. Y fueron muchos, pero muchos comentarios de madres que no querían que sus hijas hicieran medicina porque es una carrera muy complicada para una mujer; que por qué elegir arquitectura y no decoración de interiores que era más adecuado para una madre de familia, o “imagínate, qué horror veterinario para una chica… estar metida entre animales todo el tiempo”.

Y ni que hablar, hoy en día, la cantidad de veces que viajo por trabajo y la pregunta habitual de otras madres es “¿y los chicos con quién se quedan?” y la respuesta “con el padre”, no parece ser suficiente, porque no hay una madre, una suegra u otra mujer en la ecuación.

Así podría seguir contándoles infinidad de situaciones que he vivido en mi vida adulta, como madre y profesional, donde somos las propias mujeres que discriminamos a otras mujeres. Nuestra sociedad ha cambiado, está evolucionando, pero como se ha repetido hasta el cansancio, todavía nos falta. Y a nosotras también nos falta. Madres, educadoras, compañeras, amigas, seguimos teniendo sesgos hacia otras mujeres. Además de reclamarle a los hombres, también reclamémonos a nosotras mismas.

Una excelente campaña de ONU Mujeres, con la consigna "para que todas las niñas puedan ser lo que quieran ser", con el hashtag #generaciónigualdad y la participación de referentes de nuestro país, entre ellas la vicepresidenta de la República, fue difundida en los últimos días en el marco del Día Internacional de la Mujer.

Un emotivo mensaje que tiene que llegar a todos: hombres, pero también a las propias mujeres. El “techo de cristal” y el “suelo pegajoso”, como se les denomina a las barreras invisibles a las que las mujeres nos enfrentamos a la hora de desarrollar nuestras carreras profesionales, no son solo falta de ellos. A nosotras todavía nos falta camino por recorrer para tener el convencimiento de que tenemos los mismos derechos, pero también las mismas obligaciones que los hombres en la construcción de esta sociedad.

Se están abriendo oportunidades para las mujeres, el tema está en agenda y sobre la mesa. La pelota está en nuestra cancha. No dejemos pasar la oportunidad. Evolucionemos nosotras también.

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