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Entre la euforia y la decepción

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Isabelle Chaquiriand
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Pasaron las elecciones nacionales y la carrera por la presidencia llegó a su fin. De acá a que comiencen las elecciones municipales en mayo, los votantes tendremos unas vacaciones de campaña y luego de eso, cuatro años y medio de descanso de la agotadora carrera electoral.

Pero no por eso a los políticos se les acabó el desafío de la conquista. El sistema político todo se enfrenta a otra batalla, mayor y más importante que la electoral. La de reconstruir su credibilidad.

Justo antes de las elecciones en primera vuelta, El País publicó el resultado del Barómetro de las Américas de Lapop donde muestra, dicho en sencillo, cómo los uruguayos nos sentimos con nuestro sistema democrático. El estudio exhibe entre otras cosas, que desde 2010 a la fecha viene en caída el porcentaje de uruguayos conformes con la democracia. Luego de un pico de satisfacción en 2010 del 89,4%, el porcentaje viene en un descenso sostenido, hasta posicionarse en 59,5% en 2019. Es decir, al día de hoy 4 de cada 10 uruguayos no están satisfechos con la democracia, mientras que 9 años atrás era solo 1 de cada 10.

De la misma manera, el porcentaje de uruguayos que confía en las elecciones también viene descendiendo sistemáticamente desde 2012 a 2019, pasando de 76,9% a 68,5% respectivamente. Es decir, casi un tercio de los uruguayos desconfía de las elecciones a pesar de ser uno de los grandes orgullos y de que todos los medios y políticos destacaran la credibilidad de nuestros comicios en las pasadas elecciones. Uno de cada 3 uruguayos, silenciosamente en su casa, desconfía de nuestro sistema electoral.

Por último, el barómetro señala que, al día de hoy, menos de la mitad de los uruguayos confía en el Poder Legislativo, pasando de 66,3% en 2010 a 48,8% en 2019.

A pesar de ello, la misma encuesta que se realiza en el resto de los países de la región, muestra que Uruguay está en los mejores niveles en todos los indicadores. Pero eso no debería ser consuelo, porque, como reza el dicho, el tuerto entre ciegos es rey. En la situación actual de América Latina, no es tanto mérito ser el mejor de la clase.

Pero es cierto que Uruguay siempre ha sido señalado en el mundo por su democracia ejemplarizante, y lo sigue siendo. Sin embargo, no deberíamos negar las señales de alerta que el sistema político tiene que atender. Porque como el cuento del sapo que lo hierven de a poquito y no se da cuenta, hay transformaciones sociales que se van gestando silenciosamente y hay que pararlas a tiempo.

La misma nota que publica el estudio, cita al politólogo Mario Rioda que dice que “lo que hay entre medio de la euforia y la decepción es el escepticismo” y pareciera que es lo que de a poco le está comiendo la cabeza a los uruguayos y está ganando terreno. Las grandes promesas de todos los partidos de un país y una vida mejor para todos los uruguayos dejaron lugar al descreimiento. Los políticos de todos los partidos y colores que asumen el próximo 1º de marzo, si bien dejan atrás la campaña electoral, deberán empezar otra campaña mucho más difícil pero más importante, que es la de la reconquista de la confianza de los ciudadanos en el sistema y de su rol en la sociedad. Un trabajo indispensable para seguir manteniendo el sistema democrático saludable del que tan orgullosos estamos.

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