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Derecho a discrepar

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Isabelle Chaquiriand
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Un recorrido por algunas noticias de los últimos días: Un jurado sentenció a Amber Heard por difamar a su exesposo Johnny Depp por abuso doméstico. Sin embargo, durante los largos meses que duró la pelea, el actor perdió sus principales contratos y gran parte de su carrera.

Crece la movida Childfree: cada vez son más las personas en todo el mundo que optan por no tener hijos, en contra del mandato social. “No es un delirio de persecución: se parte de la base de que a nadie se le ocurre preguntar a otro por qué tuvo hijos, sin embargo, es muy común que la gente quiera saber por qué no los tenés”, dice la nota.

Valverde salió a dar explicaciones sobre un episodio que se dio con el presidente Lacalle Pou en el momento en el que éste le entregó el Pabellón Nacional al plantel celeste antes del partido frente a Panamá rumbo a Qatar. Al tomarse la fotografía con el presidente, Valverde se agachó y muchos interpretaron que lo hizo para no salir en la fotografía. El jugador luego escribió en sus redes sociales: “¿En serio pueden creer que me voy a exponer de esa manera? Estaba moviendo las piernas y me acomodé las medias”.

¿Qué hubiera pasado si Disney no anulaba los contratos de Johnny Deep por su emblemático rol en Piratas del Caribe, hasta que no hubiera un fallo de la justicia? Posiblemente lo que les pasa a los padres que optan por la movida Childfree: la sociedad los hubiera juzgado por no cumplir lo socialmente correcto, aunque los argumentos del caso individual poco importen. El resultado: respuestas como las de Valverde. No importa si está de acuerdo o no con la política del presidente, si respeta o no la investidura presidencial o si fue inoportuno en acomodarse las medias. El tema fue la justificación que dio: no correría el riesgo a exponerse.

En los tiempos modernos clamamos por los principios que la humanidad defiende desde la Revolución Francesa: libertad, igualdad y fraternidad (hoy representado en la diversidad). Nos abrazamos a esos principios, y, sin embargo, quedan en la capa superficial del discurso. O, peor aún, cambiamos un credo por otro no dejando lugar al derecho a discrepar con el mandato social.

Las personas y empresas terminan actuando como Valverde: lo importante es no exponerse. No importan los motivos, el caso en particular, ni lo que creemos de verdad.

En 2020, más de 150 intelectuales reivindicaron en Estados Unidos el derecho a discrepar. Autores y académicos firmaron una carta abierta en la que denuncian una creciente “intolerancia” hacia ideas discrepantes. Denunciaron que como resultado estamos viviendo una “aversión al riesgo” o autocensura que empobrece el debate público. El texto, publicado bajo el título “Una carta sobre la justicia y el debate abierto”, denuncia lo que se conoce como la cultura de la cancelación.

“El libre intercambio de información e ideas, la savia de una sociedad liberal, está volviéndose cada día más limitado”. “La manera de derrotar malas ideas es la exposición, el argumento y la persuasión, no tratar de silenciarlas o desear expulsarlas. Necesitamos una cultura que nos deje espacio para la experimentación, la asunción de riesgos e incluso los errores. Debemos preservar la posibilidad de discrepar de buena fe sin consecuencias profesionales funestas”, concluyen.

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