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Vulnerabilidad laboral

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IGNACIO MUNYO
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Un problema es no tener trabajo. Otro problema mayor es tener dificultades para conseguir trabajo. He ahí una de las más complejas encrucijadas del Uruguay: no alcanza con retomar el crecimiento de la economía para mejorar la situación angustiante de miles de familias.

Estar sin trabajo puede ser coyuntural y solucionarse con un repunte del ciclo económico; no conseguir trabajo, ser rechazado del mercado por no tener habilidades útiles para los que generan puestos de empleo, deriva en una angustia individual y colectiva que golpea fuerte.

La historia muestra ejemplos de transformaciones que van de la mano de una reconversión laboral que implica costos sociales hasta que se logra una reconversión superadora. La pandemia aceleró tendencias previas a la automatización y deja a muchas personas laboralmente vulnerables. El coronavirus no solo impactó en la salud y en la actividad económica, lo que ya es mucho en sí mismo, sino que desnudó problemas del mercado laboral, que se dan por un descalce entre las cualidades de un trabajador que ofrece mano de obra y las pretensiones de un emprendedor para contratar.

A mediados de setiembre, Ceres estimó la cantidad de personas que previo a la pandemia vivían en situación de pobreza en Uruguay, en base a una forma alternativa de procesar los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Para eso se combinaron dos metodologías tradicionales: la línea de pobreza en base a ingreso y medición de las necesidades básicas insatisfechas. Los resultados mostraron que más de medio millón de personas estaban en situación de pobreza en términos de la calidad y el nivel de confort de su vivienda, así como el acceso a la conectividad, a la educación y al mercado laboral. Justamente en el último punto, el acceso al trabajo, fue donde decidimos seguir profundizando.

Más allá de si las personas actualmente se encuentran desempleadas o subempleadas, es necesario analizar sus perspectivas de desarrollo laboral futuro, y para ello recurrimos a los datos de la Encuesta Continua de Hogares del INE y los procesamos según las dos metodologías internacionalmente más utilizadas para analizar el futuro del trabajo: la del Massachusetts Institute of Technology (MIT) y la de la Universidad de Oxford.

Según la metodología del MIT, cada empleo se puede descomponer en tareas básicas: tareas cognitivas rutinarias o no rutinarias, tareas manuales rutinarias o no rutinarias. Todas las ocupaciones, con diferentes grados de intensidad, son concebidas como una combinación de las tareas anteriores, cuya intensidad varía sustancialmente entre las diferentes posiciones laborales ocupadas en los sectores de la economía. Las tareas manuales son las más vulnerables a ser automatizadas y las tareas analíticas las menos vulnerables. Las manuales incluyen movimientos repetitivos a un ritmo determinado dado por la velocidad del equipamiento. Las cognitivas analíticas requieren del pensamiento abstracto, creatividad, capacidad de resolución de problemas y habilidades de comunicación; son intensivas en análisis e interpretación de información, pensamiento crítico y creativo.

Con la metodología del MIT aplicada a los datos de Uruguay, se puede observar que las personas definidas como pobres -porque sus ingresos se encuentran por debajo de la línea de pobreza- realizan en promedio tareas manuales rutinarias en magnitud idéntica a las que realizan el resto de las personas en situación de pobreza. El panorama es realmente diferente para las personas que no se encuentran en situación de pobreza: la proporción de tareas manuales rutinarias que realizan en sus ocupaciones es bastante menor. Al mismo tiempo, las personas definidas como pobres realizan en promedio tareas cognitivas analíticas en magnitud idéntica a las que realizan el resto de las personas en situación de pobreza. En esta dimensión, el panorama es mucho más alentador para las personas que no se encuentran en situación de pobreza: la proporción de tareas cognitivas analíticas que realizan en sus ocupaciones es bastante mayor.

Por su parte, la metodología de Oxford también muestra una perspectiva preocupante. Se basa en computar el riesgo de automatización de posiciones laborales existentes según sus requerimientos de manipulación fina, capacidad creatividad y empatía. La idea es intuitiva. La tecnología todavía está lejos de las personas en la capacidad artesanal, así como en materia de originalidad para solucionar problemas o la habilidad para producir sensaciones nuevas a través del arte. A su vez, la empatía o la capacidad para ponerse en el lugar del otro es inherente a la condición humana e imposible de automatizar.

La metodología de Oxford aplicada a Uruguay muestra que las personas con ingresos menores a línea de pobreza están ocupadas en posiciones laborales con riesgo de automatización muy elevada (70%) e idéntica a las que ocupan el resto de personas que tienen más ingreso que el límite de pobreza, pero que viven como los pobres. Estos registros son bastante inferiores (62%) entre las personas no pobres.

Estos nuevos datos muestran la enorme complejidad del problema. No solo la situación actual es delicada, sino que la vulnerabilidad futura es muy alta.

Ante este panorama el Estado va a tener que asumir la responsabilidad: las posibilidades futuras de muchas personas están enormemente limitadas por tendencias del mundo del trabajo, y además hay que advertir que no es deseable, ni posible en una economía como la de Uruguay, frenar el avance de la tecnología. Así, vamos a tener alto desempleo tecnológico que no se soluciona con crecimiento económico.

El rubro “Transferencias” (26% del gasto público total) representaba 9,1% del PBI de 2019, y se espera que sea 8,7% del PBI en 2024, según los números del Presupuesto Nacional. Esta caída se explica por un magro aumento proyectado de las “Transferencias” en términos reales para el quinquenio, de apenas 2% entre 2021 y 2024. Mientras tanto, la situación actual y las perspectivas reflejan una fuerte vulnerabilidad laboral en una parte relevante de la población.

La realidad va a mostrar la necesidad de una inversión mayor en transferencias sociales en los próximos años. Es un desafío para el fisco y también de creatividad y audacia para los que toman decisiones de políticas públicas.

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