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Ya no se ve el sol

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Entre 2004 y 2011 crecimos en promedio al 6%, entre 2012 y 2014 tuvimos un primer escalón hacia abajo y crecimos en promedio al 4%. En los próximos años vamos a bajar un nuevo escalón y va a ser difícil que podamos crecer por encima del 2%. La cosa viene complicada.

Entre 2004 y 2011 crecimos en promedio al 6%, entre 2012 y 2014 tuvimos un primer escalón hacia abajo y crecimos en promedio al 4%. En los próximos años vamos a bajar un nuevo escalón y va a ser difícil que podamos crecer por encima del 2%. La cosa viene complicada.

Por primera vez en 12 años el viento del exterior está soplando de frente. A pesar de estar casi planchados desde el comienzo del año, los precios de los commodities en general cayeron 35% y el de los alimentos 23% en los últimos 12 meses. Los ingresos de capitales hacia las economías emergentes se están contrayendo -según el IIF este año van a caer a su menor nivel desde 2009. La inversión extranjera directa también está cayendo en América Latina, y en Uruguay presenta una caída incluso mayor que el promedio de la región, de acuerdo a los datos recientemente publicados por la Cepal.

El clima económico en América Latina se ha deteriorado sustancialmente en lo que va del año, así lo indican las cifras que regularmente publica la FGV de Brasil. Lo mismo sucede en Uruguay, donde la confianza del consumidor también se ha deteriorado marcadamente en lo que va del año, según los indicadores que producen en conjunto Equipos Consultores y la Universidad Católica.

En este contexto, no nos puede sorprender la anemia observada en los proyectos de inversión que son presentados ante el Ministerio de Economía con el objetivo de ampararse en los beneficios fiscales. En los primeros tres meses del año se presentaron 72 proyectos por un monto total de US$ 245 millones cuando en el mismo periodo de 2014 se habían presentado 102 proyectos por US$ 610 millones.

Excluyendo la celulosa, la producción industrial cayó en el primer trimestre con respecto al mismo trimestre del 2014. Los datos indican que hace tiempo que la industria está estancada. La situación de los productores agrícolas ya es preocupante. Entre los arrendatarios, se acumulan las deudas con proveedores. Entre los propietarios ya no corre más aquello de seguir produciendo a pérdida. La caída de los precios internacionales y el aumento de los costos internos se llevaron todo el margen. El sector ganadero es el único que por ahora sigue siendo rentable.

En lo que va del año se observa un incremento del 50% con respecto al mismo periodo del año pasado en la cantidad de empresas que iniciaron el proceso concursal ante la imposibilidad de pagar sus deudas. Y los datos indican que de cada diez empresas que recurren a un concordato, con suerte dos terminan alcanzando un convenio con sus acreedores. Más allá del cierre de las plantas de Ecolat y Chery-Socma, que dejaron a cerca de 700 personas sin trabajo de forma directa; en lo que va del año ya se destruyeron más de 20 mil puestos de trabajo. El desempleo sobrepasa el 7% siendo el más alto desde 2010. También sube el número de personas enviadas al seguro de paro. Todo ello en un contexto en el que el poder de compra de los salarios hace tres meses que cae de forma ininterrumpida.

A pesar de este panorama sombrío tenemos que ser conscientes de que estamos mejor parados que en el pasado para enfrentar tiempos difíciles. En varios aspectos estamos menos vulnerables.

El Uruguay cuenta con recursos líquidos para enfrentar los vencimientos de deuda de corto plazo, en el caso de que no fuera posible acceder al refinanciamiento a tasas razonables en los mercados financieros internacionales. Tenemos un colchón ancho de reservas internacionales excedentes, una vez descontados los depósitos del sistema financiero en el Banco Central, el servicio de deuda, el monto necesario para financiar el déficit fiscal primario y el potencial respaldo de la moneda. También tenemos una línea de créditos a tasas muy bajas ya aprobada con organismos multilaterales, contingente justamente a la ocurrencia de turbulencias financieras internacionales que cierren los mercados de crédito a las economías emergentes.

Redujimos el grado de dolarización de la deuda pública y privada de forma sustancial. Por lo tanto, los efectos positivos en materia de competitividad asociados a la suba del dólar no son compensados por mayores costos financieros como consecuencia de la revalorización de las deudas en moneda extranjera.

El sistema financiero se encuentra muy sólido. Tanto el Banco República como los bancos privados cuentan con elevados niveles de liquidez, bajísimos niveles de morosidad y una capitalización muy por encima de lo requerido por una regulación que hoy se encuentra alineada a los estándares más exigentes a nivel internacional.

A su vez, hay otras vulnerabilidades que lamentablemente no pudimos mitigar. No ayuda para nada tener que ajustar las cuentas públicas justo cuando el sector privado se está apretando el cinturón. Este es un mal endémico en América Latina. Un reciente estudio del FMI -presentado por la economista encargada del seguimiento de Uruguay en Washington en el Centro de Economía del IEEM- muestra que en América Latina solo Chile y Perú hicieron los deberes en los últimos años en materia fiscal.

Es claro que ya no se ve el sol, lo que no quiere decir que se viene una tormenta. Lo más probable es que esté nublado por un tiempo. Con este panorama, vamos a tener que remangarnos. No a todos les va a ir bien. Tampoco a todos les va a ir mal. En el sector privado el profesionalismo y la creatividad van a ser claves. Y el gobierno también va a tener que colaborar. El vicepresidente de la República recientemente manifestó que “este será el mejor gobierno que el país haya tenido”. Ojalá que así sea y pueda estar a la altura de las circunstancias.

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Ignacio Munyo

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