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La urgencia de la región

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IGNACIO MUNYO
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América Latina, la región más castigada por una pandemia que no sabemos cuándo terminará, está en un año crucial, no solo por el calendario electoral sino por los desafíos que los gobiernos tienen por delante.

El domingo pasado hubo elecciones en Bolivia, Perú y Ecuador.

En Bolivia, los resultados preliminares indican que el partido de Evo Morales (MAS) se estaría quedando con los gobiernos de 3 de los 9 departamentos (en donde vive el 30% de la población del país), aunque hay que esperar el cierre del escrutinio oficial.

En Perú no hubo ganador en primera vuelta y quedó conformado un parlamento muy fragmentado. El 6 de junio, la segunda vuelta presidencial será, como es usual, entre un candidato con ideas del centro para la izquierda y un candidato con ideas del centro para la derecha. Cualquiera sea el ganador, tendrá enormes desafíos económicos y sociales por delante.

En Ecuador ganó en segunda vuelta Guillermo Lasso. Desde su posición con ideas del centro para la derecha, deberá encontrar soluciones para un país muy endeudado y duramente golpeado por la pandemia.

Luego del resultado del domingo en Ecuador, el 55% de los países de América Latina y el Caribe -59% del PBI y el 62% de la población- se encuentran liderados por gobiernos inspirados por ideas ubicadas del centro hacia la derecha, mientras que el 45% restante -41% del PBI y el 38% de la población- por gobiernos con ideas del centro a la izquierda.

La historia electoral sigue en Chile, cuando el 15 y 16 de ma-yo se medirán fuerzas en la elección de convencionales constituyentes, gobernadores regionales, alcaldes y concejales. En algún momento debería haber elecciones legislativas en Argentina. A partir de octubre habrá elecciones presidenciales en Chile, Nicaragua y Honduras. Y en 2022 le toca a Brasil.

En perspectiva global, América Latina es la región más golpeada por la pandemia: sufrió las medidas de reducción de movilidad más estrictas y al mismo tiempo la mayor contracción de la actividad económica. Para fines de 2021, la región tendrá la pérdida económica más profunda entre todas las regiones del mundo.

Los datos globales muestran que los países que previo a la pandemia no crecían son los que se recuperan más lento y los que tienen peores perspectivas futuras. El crecimiento promedio 2017-19 en América Latina fue del 0,8%, mientras que en el res-to de los países emergentes fue 3,8% y en las economías avanzadas 2,8%.

El desafío es llevar a la acción las reformas necesarias para mejorar la productividad, atraer nuevas inversiones y reimpulsar el dinamismo económico. Los países de la región deberán dar señales claras para cuidar la institucionalidad; mejorar la calidad de la infraestructura física y tecnológica, y del capital humano; actualizar la regulación en general; y mejorar la inserción internacional.

La aceleración de la automatización es una oportunidad para mejorar la productividad. Sin embargo, esta potencial mejora de productividad viene de la mano de la desaparición de puestos de trabajo. La tasa de desempleo promedio en la región asciende hoy al 12% de la población activa. Esto impone la revisión de las políticas vigentes de transferencias, sin aumentar la carga tributaria que ya es demasiado elevada.

La suerte de América Latina depende de la capacidad de los gobiernos actuales y futuros de implementar las reformas necesarias para lograr crecimiento económico con sostenibilidad social. Ya sea con preferencias que vayan del centro a la derecha o del centro a la izquierda, todos los gobiernos de la región tendrán por delante el mismo desafío. Hay una agenda urgente, y es común.

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