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Roosevelt y Biden

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IGNACIO MUNYO
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El jueves 11, el Congreso de los EEUU aprobó un megapaquete de estímulos para reimpulsar la economía. Las consecuencias son múltiples, globales y profundas.

El presidente Biden tiene la oportunidad de hacer que “la esperanza y la historia rimen”, tal como dijo en la Convención Demócrata el año pasado, citando al poeta irlandés Heaney. Refería así a la década de 1930, cuando el presidente Roosevelt, inspirado por John Maynard Keynes, prometió un New Deal contra la recesión.

El New Deal de Roosevelt impuso un primer paquete de estímulo fiscal en 1933 del 6% del PBI y un segundo en 1935 del 7% del PBI. Hacia fines de los 30, introdujo incentivos para consolidar la recuperación económica. EEUU derrotó a la Gran Depresión, pudo liderar la victoria contra el nazismo y se consolidó como primera potencia mundial.

El New New Deal de Biden cuenta con un impulso fiscal inicial que alcanza al 9% del PBI, supera ampliamente a los de los años 30 y casi duplica al Obama en 2009 (5% del PBI), en plena Gran Recesión.

Casi una cuarta parte de los US$ 1,9 billones comprometidos se entregará directamente a las personas. Desde el viernes 12 se transfiere un pago de US$ 1.400 a todas las personas con ingresos anuales inferiores a US$ 75 mil, lo que para Uruguay sería un monto similar a un salario mínimo nacional ($ 18 mil) para todos los que ganan menos de $ 80 mil por mes. La asignación del resto de los fondos se centrará en seguros de desempleo, jubilaciones y pensiones, inversión en educación y salud, y apoyo a las Pymes y gobiernos locales. Una megainversión en infraestructura se prevé que llegue en un nuevo paquete.

Janet Yellen (Secretaria del Tesoro) defendió el plan con contundencia: “El plan de rescate permitirá hacer lo que nosotros queríamos cuando llegamos al gobierno: no simplemente apagar incendios o resolver crisis, sino construir un país mejor”.

Se ha discutido mucho si la política monetaria expansiva era suficiente para recuperar el crecimiento luego de la Gran Recesión. Gobiernos preocupados por reducir déficits fiscales, delegaron en bancos centrales el estímulo de la economía a través de dinero barato y compra de activos financieros. La semana pasada, Biden y Yellen pusieron fin a este régimen. Y el impacto es global.

La OCDE ya subió de 3,2% a 6,5% sus proyecciones de crecimiento 2021 para EEUU y estima que el impacto global se traducirá en un impulso de 1% al crecimiento de la economía mundial en 2021. Lo mismo hará el FMI, cuando actualice sus estimaciones en abril. El rendimiento de los bonos del Tesoro de EEUU a 10 años saltó de menos del 1% a más del 1,6%. Sube el valor global del dólar, después de haber estado planchado casi un año.

Por su parte, las economías emergentes sufren la suba de las tasas de interés -especialmente las más endeudadas- y sienten la reducción del volumen de los flujos de inversión extranjera, con intensidades propias de cada país.

No podemos saber cuál será el resultado final del paquete de estímulos de Biden, ni en EEUU ni en el mundo. El espíritu del New Deal era práctico, no ideológico. Roosevelt pidió apoyo para un “experimento audaz y persistente”. Solía decir que “es de sentido común tomar un método y probarlo. Si falla, admitirlo con franqueza, y probar con otro. Pero, sobre todo, intentar algo”. Hoy, a la salida de la pandemia, el mundo está en una situación similar.

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