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Realismo y autocomplacencia

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Hace un par de semanas nos enteramos que el Ejecutivo propone implementar un ajuste fiscal a partir de enero de 2017. Para poder controlar el déficit fiscal sería necesario introducir cambios sustanciales a un Presupuesto ampliamente discutido y aprobado pocos meses atrás.

Hace un par de semanas nos enteramos que el Ejecutivo propone implementar un ajuste fiscal a partir de enero de 2017. Para poder controlar el déficit fiscal sería necesario introducir cambios sustanciales a un Presupuesto ampliamente discutido y aprobado pocos meses atrás.

Dos tercera partes del ajuste de US$ 500 millones planteado responden a un aumento de la carga impositiva a los salarios más elevados y a la renta empresarial. Con el objetivo de profundizar el debate, a continuación voy a cuestionar cinco afirmaciones que están circulando con insistencia entre nosotros y que a veces nublan el estrecho límite entre realismo y autocomplacencia.

1° De golpe empeoró el contexto externo y afectó la economía del Uruguay. Es cierto que el contexto externo es muy relevante para nosotros. Según nuestros modelos de proyección de la actividad económica en Uruguay, el 65% se juega afuera. Nos guste o no nos moleste. Sea a favor o en contra. Teniendo en cuenta esto, el deterioro de la situación era previsible hace bastante tiempo atrás, y así lo indicaba el consenso de los analistas económicos. A pesar de ello, el gobierno transitó por toda la discusión presupuestal -hace solo un semestre- defendiendo a capa y espada un escenario alejado de la realidad.

2° La culpa es de la herencia maldita. Más allá del ejercicio -a esta altura aburrido- de echarle la culpa a la administración anterior, hay que tener presente que no ahorrar en tiempo de bonanza es la regla y no la excepción. Nunca lo hicimos nosotros, y es difícil encontrar ejemplos de países en el mundo que lo hayan hecho. Por lo tanto, no resulta útil lamentar lo que se podría haber hecho y no se hizo, cuando lo que se podría haber hecho era irreal. Sin una regla fiscal que se cumpla, no gastar en exceso en el boom es una utopía.

3° No había más remedio que subir los impuestos. Más allá del nivel del déficit fiscal, que está estabilizado desde el comienzo de la actual administración, es importante reconocer que la suba de impuestos se produce con el fin de aumentar algunos rubros del gasto, prioritarios para el futuro del país: cuidado de la primera infancia y adultos mayores, educación y seguridad. Entiendo que los que están en el poder y fueron electos en determinadas condiciones políticas tienen que internalizarlas y actuar en consecuencia. Esto es lo que hacen en el Ministerio de Economía, en la OPP y en el Banco Central. Y lo hacen de gran forma. Esto no implica que a la hora de analizar la situación no se pueda reconocer que había otro camino para poder aumentar los rubros prioritarios de gasto.

Más complejo sí, pero posible. Había espacio para reducir gastos. Ahora no voy a cuestionar la eficiencia en el gasto en educación y seguridad, responsables del 75% del aumento de los vínculos con el Estado en la pasada administración. Aunque insuficiente, en estas áreas el mayor gasto es condición necesaria para tener mejores resultados. Lo que no puedo dejar de cuestionar son los 750 nuevos vínculos laborales de Antel, 600 de UTE, 450 de Ancap y 400 de OSE, y los contratos de las empresas satélites que operan bajo la órbita de las empresas del Estado. ¿Por ahí no se podía hincar el diente?

4° La contribución al gobierno de las empresas públicas ha mejorado mucho. Es cierto que el aporte al Presupuesto de las empresas del Estado ha mejorado mucho. Pero entendamos bien cómo se produce esta mejora en el flujo de caja. La receta es simple: capacidad de mantener tarifas que son las más elevadas en comparación con la región y el mundo, reducción de las inversiones y la suerte de poder comprar petróleo- el principal insumo en el proceso productivo-a un precio mucho menor.

De hecho, las empresas del Estado en su conjunto pasaron de ser subsidiadas por US$ 230 millones en 2014 a contribuir al Presupuesto con US$ 270 millones al año cerrado en abril. Sin embargo, si solo se extrae el efecto de la baja del precio del petróleo -imputando a los costos de Ancap el precio internacional de 2014- la mejora en la contribución global de las empresas públicas desaparece por completo. En otras palabras, la mayor contribución no se explica por mejoras de gestión.

A su vez, si miramos registros del pasado, por ejemplo de los años 2003 al 2005 cuando el petróleo estaba en niveles similares a los actuales, o en el 2007 con el petróleo un poco más caro, la contribución de las empresas públicas era mayor, en un monto equivalente a lo que hoy serían US$ 400 millones. Sin entrar en las peculiaridades de cada caso, que las hay, los datos anteriores sugieren que por este lado había margen para evitar la suba de impuestos. Por ahí había para rascar. Y teníamos todo un semestre para hacerlo.

5° Este ajuste es el menor de los males. Esta afirmación se basa en convicciones y no en evidencia sólida. Hay que discutirla. No se puede ignorar que esta suba de impuestos afecta la toma de decisiones y la confianza, condicionando la recuperación del año que viene, que será más débil que la que podríamos tener ante las mejoras del contexto externo hoy previstas. Este efecto probablemente sea mayor -aunque imposible de comprobar- que el potencial impacto negativo sobre la demanda agregada del ajuste del gasto corriente en las empresas públicas. Y ni que hablar si miramos un poco más lejos. Esta suba de impuestos desincentiva la inversión en general y en capital humano en particular, reduciendo el crecimiento futuro del país. Por su parte, tampoco es claro que en el contexto actual esta suba de impuestos contribuya a seguir mejorando la distribución del ingreso, que en la última década vino de la mano de políticas sociales focalizadas.

El Uruguay tenía alternativa a la suba de impuestos. Más difícil de implementar, sí. Pero también menos costosa desde el punto de vista económico y social. Pero claro, no era viable, no era realista. El día que los uruguayos diferenciemos mejor el realismo de la autocomplacencia, va a ser más fácil mirar para arriba.

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Ignacio Munyo

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