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IGNACIO MUNYO
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La última semana de noviembre Montevideo fue la capital del fútbol sudamericano. Se jugaron las finales de la Copa Sudamericana, de la Copa Libertadores Femenina y de la Copa Libertadores de América.

En ese marco, fuimos invitados a disertar en el 5to Congreso Internacional del Deporte, un informe realizado por Ceres sobre el potencial del fútbol uruguayo como polo de atracción de inversión. Presentamos el trabajo de un equipo de economistas y comunicadores que recopiló datos y mantuvo entrevistas con informantes calificados.

Uruguay es un gran productor de futbolistas y el potencial de crecer es enorme. En la última década, exportamos más futbolistas por habitante que cualquier otro país: se transfirieron al exterior más de 3.000 jugadores por casi US$ 600 millones. Si se toman los 50 futbolistas con mayor valor de mercado de cada país y se divide por la población, Uruguay es primero en el mundo. El informe demuestra que nuestra “marca país” es muy valiosa. Los datos indican que, a similar posición, edad y población del país, el futbolista formado en Uruguay tiene un valor de mercado entre 3,5% y 0,6% superior al promedio de los formados en el resto del mundo.

La capacidad de producción de futbolistas en Uruguay se sustenta en el espacio físico, en el capital humano disponible y en la organización institucional del fútbol infantil y juvenil; todo ello en el marco de una profunda cultura futbolera que se transmite de generación en generación.

La abundancia de canchas de fútbol es una característica del país. Si se considera solo a Montevideo (excluyendo la zona metropolitana de los departamentos limítrofes), más de 2% del territorio está ocupado por canchas, lo que permitiría a 28 mil personas jugar al fútbol simultáneamente.

Uruguay cuenta con los recursos humanos para la formación de jugadores. Existe una amplia disponibilidad de preparadores físicos, entrenadores y psicólogos deportivos. En los últimos 15 años, casi 3.000 personas se han graduado de la Licenciatura en Educación Física y 1.200 de las distintas tecnicaturas en fútbol.

La familia futbolera -madres, padres, hermanos y abuelos- es clave en el impulso inicial de los niños que empiezan a jugar al fútbol competitivamente a muy temprana edad.

La organización y masividad del fútbol infantil es única: 25% de los niños entre 5 y 13 años están fichados en el baby fútbol. A su vez, múltiples clubes profesionales con divisiones formativas permiten que una elevada proporción de jóvenes continúen su formación como futbolistas, en comparación con otros países. Hay 28 clubes en Uruguay que trabajan con jóvenes hacia el profesionalismo. Para que la misma proporción de jóvenes ingresen a este proceso en Argentina y Brasil debería haber 336 y 1.624 clubes profesionales, en tanto que hay solo 103, y 168, respectivamente.

Ese exitoso proceso de formación no tiene su correlato en la calidad de la liga local. Todos sabemos las flaquezas del fútbol uruguayo, que exhibe un torneo poco competitivo a nivel internacional con escasa profesionalización de la gestión, lo cual determina bajos ingresos por venta de entradas, socios y marketing y alta dependencia de transferencias.

Para impulsar al fútbol uruguayo es necesario invertir. En los últimos años, varios clubes comenzaron a ser gestionados por inversores. Si bien no faltan casos puntuales de fracaso, hay muchas experiencias exitosas. El interés latente muestra que se puede aspirar a continuar por el camino de atraer inversión.

Uruguay se destaca por su estabilidad institucional. Ofrece un marco regulatorio adecuado: la Ley 17.292 de 2001 que creó la figura legal de las Sociedades Anónimas Deportivas (SAD), y permite el desarrollo de proyectos deportivos con un tratamiento impositivo favorable.

Para invertir, el principal atractivo es el potencial exportador, lo mismo que ocurre con el sector agropecuario, el software o la industria audiovisual. Formar jugadores para transferirlos en el exterior es el negocio, pero puede venir de la mano de mejorar la liga local. Las precarias instalaciones de los clubes afectan negativamente la capacidad de formación y la calidad del campeonato.

Según nos informaron, el proceso de conversión de Asociación Civil a SAD normalmente incluye enfrentamientos con la hinchada y contratistas, a raíz de intereses contrapuestos. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la inversión se tranca cuando saltan las deudas de la institución con el BPS.

Esto hace relevante analizar la posibilidad de votar una ley transitoria que incentive la inversión en infraestructura en los clubes, con crédito a deudas con el BPS. La idea no es nueva: en Bélgica, existe la posibilidad de descontar deuda a cambio de inversión en centros de formación. La pérdida de recaudación sería casi inexistente ya que son en su mayoría deudas incobrables. Las obras en infraestructura volverían más atractivo al fútbol local, tendrían un gran impacto social y generarían recursos fiscales.

El fútbol uruguayo ofrece inmensas oportunidades a aquellos que estén dispuestos a invertir con perspectiva de largo plazo. Se requiere voluntad política para que el proceso se acelere y tenga el mayor impacto social posible.

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