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Lo que pasa en Argentina

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ignacio munyo
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Arde Argentina. Sabemos que los porteños están acostumbrados al estrés y hasta parecen disfrutar de caminar por la cornisa. Pero más allá de la exageración y el bullicio, la semana pasada estuvo movida en Argentina, en serio.

Y eso se reflejó desde esta orilla oriental. El valor del peso argentino en las pizarras del BROU cayó a menos de la mitad del valor que se ofrece en el mercado no oficial (blue) en Buenos Aires. Alguna casa de cambio llegó a ofrecer cero por la compra de pesos argentinos. Y la noticia cruzó el río. Los medios argentinos salieron a entrevistar a economistas uruguayos, y en ese circuito atendí llamados de periodistas de radio y TV de ese país.

La primera pregunta fue siempre la misma: ¿por qué se desplomó el valor del peso argentino en Uruguay? “Hay mucha incertidumbre”, fue mi respuesta. Fue una forma no ofensiva de decir que se perdió la confianza y que no se ve la luz al final del túnel.

El equilibrismo del presidente Fernández ya se refleja en una formulación caótica de políticas. Sobran ejemplos: los intentos fallidos de nacionalizar al mayor exportador de granos del país; la congelación de las tarifas de telecomunicaciones por decreto presidencial; el proyecto de ley sobre un impuesto al patrimonio y la cuestionada reforma judicial.

Al mismo tiempo, el manejo de la crisis del COVID-19 le pasa factura. La cuarentena extendida no ha dado resultado. Los números sanitarios son preocupantes. Se espera una fuerte caída de la actividad para 2020, de una magnitud que duplica a la esperada en Brasil y Chile, y que triplica a la esperada en Uruguay.

Se vuelve al pasado con la misma fórmula que ha fracasado una y otra vez para frenar al dólar, ahora llamada “supercepo”. Lidiar con los controles de capitales, las restricciones a la importación y la congelación de precios es cada vez más complejo para las empresas. Un número creciente de filiales extranjeras están recortando inversiones o directamente dejando el país, como Latam y Falabella, las francesas Saint-Gobain Sekurit y Pierre Fabre, la alemana BASF y la norteamericana Axalta.

La elevada inflación está algo contenida por la recesión, pero en las gateras, lista para correr al impulso de la emisión monetaria, único recurso con el que cuenta el gobierno para financiar un déficit fiscal cercano al 10% del PBI. Se celebró la salida del default, pero se está lejos de tener nuevamente acceso a financiamiento en los mercados o recursos del FMI.

Argentina necesita una agenda para recuperar la confianza, para que vuelva la inversión privada y con ella el crecimiento, ausente hace ya una década. Es muy difícil construir confianza sin poner las cuentas fiscales en orden. Solo así se podrá volver a los mercados y encarar con éxito la negociación con el FMI.

La comparación entre Argentina y Uruguay, apareció en las entrevistas. También apareció una comparación no tan obvia. “¿Uruguay es el nuevo Chile?”, me preguntaron desde Córdoba. “Somos distintos, tenemos una estabilidad social e institucional única en la región: un activo muy valioso para los inversores”, dije con orgullo. Corté con la radio y me quedé pensando en algunas declaraciones negativas que salieron al respecto en los últimos días. Si bien fueron aisladas, hay que evitarlas. Vale mucho lo que tenemos. Ese tipo de diferencial se construye con el tiempo, pero puede perderse en un abrir y cerrar de ojos si no se cuida en serio.

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Ignacio Munyopremium

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