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Ingreso y violencia doméstica

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La violencia doméstica es un fenómeno generalizado a nivel global. Según la OMS, una de cada tres mujeres ha sufrido episodios de violencia por parte de su pareja. Uruguay no es la excepción: datos del MSP indican que 1 de cada 4 mujeres es víctima de violencia doméstica. Más aun, una reciente encuesta del INE nos reveló que el 70% de las uruguayas ha experimentado algún tipo de violencia de género.

La violencia doméstica es un fenómeno generalizado a nivel global. Según la OMS, una de cada tres mujeres ha sufrido episodios de violencia por parte de su pareja. Uruguay no es la excepción: datos del MSP indican que 1 de cada 4 mujeres es víctima de violencia doméstica. Más aun, una reciente encuesta del INE nos reveló que el 70% de las uruguayas ha experimentado algún tipo de violencia de género.

Lo primero que hay que tener presente es que estamos ante un fenómeno multicausal. Nuestra intención es analizar solo una de sus aristas y definir líneas de acción. Fue así que en una investigación -en coautoría con el profesor Martín Rossi de la Universidad de San Andrés- nos concentramos en un aspecto puntual de las causas de la violencia doméstica: la dependencia económica. Presentamos evidencia sobre la relación causal entre la brecha de ingresos por género y la agresión contra las mujeres en el hogar.

Tanto la teoría como la evidencia empírica a nivel internacional son ambiguas en cuanto a la relación existente entre la brecha de ingresos por género y la violencia doméstica. Todavía no hay consenso.

Por un lado, un enfoque sociocultural desarrollado en su mayoría por sociólogos establece que la violencia doméstica aumenta a medida que crece el ingreso de las mujeres relativo al de los hombres. Cuando los hombres sienten amenazado su tradicional rol de jefe de familia reaccionan de forma violenta, por lo menos así lo indican varios estudios a nivel internacional.

Por otro lado, un enfoque alternativo, desarrollado mayoritariamente por economistas, predice que un aumento del ingreso potencial de la mujer le brinda una protección implícita dentro del hogar. El solo hecho de que la mujer tenga un ingreso potencial necesario para ser autosuficiente disuade al hombre en su comportamiento violento, incluso en aquellos hogares donde las mujeres no trabajan. Lo complejo de este enfoque es cómo cuantificar un ingreso potencial. Es aquí donde viene nuestra principal contribución.

Encontramos en las fluctuaciones del tipo de cambio real una forma original de medir cambios en la brecha potencial de ingresos entre hombres y mujeres. Para ello, tuvimos presente que el tipo de cambio real se define como la relación de precios entre bienes transables (comercializables internacionalmente como los del sector primario o manufacturero) que evolucionan con el precio del dólar y bienes no transables (destinados al mercado interno como servicios de cuidado personal o centros educativos) que se fijan a nivel doméstico. La clave que define el nexo causal entre tipo de cambio real y agresión dentro del hogar viene por el lado de que tradicionalmente los hombres trabajan más en los sectores transables y las mujeres trabajan más en sectores no transables. Esto es una realidad empírica verificada: datos del INE indican que en Montevideo los sectores transables emplean proporcionalmente el doble de mano de obra masculina que femenina.

Por lo tanto, cuando el dólar está alto se vuelve mucho más atractivo exportar, el sector transable se hace más rentable y suben los salarios de sus trabajadores. O sea, por el solo hecho de ser hombre aumenta la chance de tener una mejora salarial. Lo contrario sucede cuando el dólar está bajo. De esta forma, fluctuaciones en el tipo de cambio real tienen un impacto diferencial en los salarios de los hombres y de las mujeres, y por consiguiente podrían afectar la violencia en el hogar.

Como primera evidencia de esta relación vemos que las cifras oficiales para Montevideo indican que entre mediados de 2002 y el 2004, cuando el tipo de cambio real se depreció un 58%, la violencia doméstica subió 35%. A su vez, entre el 2004 y el 2009, cuando el tipo de cambio real se apreció un 29%, la violencia doméstica se redujo en un 23%, incluso en un contexto en el que la propensión a su denuncia aumentaba. Al mismo tiempo, delitos similares como violencia privada o lesiones personales -que incluyen agresiones fuera del ámbito familiar- ni se enteraron de tal correlación y crecieron durante todo el periodo en consideración.

Para hilar más fino, fuimos a buscar información detallada de cada barrio de Montevideo y clasificamos el trabajo de cada persona en sector transable o no transable. Luego analizamos el impacto diferencial de cambios mensuales en el tipo de cambio real sobre la violencia doméstica en cada barrio. Encontramos evidencia contundente de que el impacto de los vaivenes del dólar sobre la violencia doméstica es más fuerte en aquellos barrios en donde es mayor la proporción relativa de los hombres que trabajan en los sectores transables de la economía. En otras palabras, vimos que para cada momento del tiempo -cuando no hay cambios en el resto de las variables macroeconómicas que pudieran afectar la violencia doméstica- el efecto más potente se produce en las zonas donde el sector transable es más intensivo en mano de obra masculina.

Más allá de la originalidad de la metodología de identificación de cambios en el ingreso relativo por género, nuestros hallazgos son intuitivos. En primer lugar, confirman que en Montevideo predomina el enfoque que sostiene que un mayor ingreso potencial de la mujer tiende a reducir la violencia doméstica. Lo que hace natural pensar que las políticas orientadas a reducir la brecha potencial salarial por género tendrían consecuencias positivas sobre la violencia doméstica. Al mismo tiempo, nuestros resultados también sugieren que la intensidad de estas políticas de atención específica a la mujer debería graduarse con las fluctuaciones del tipo de cambio. Algo que no era nada natural pensar previo a este estudio.

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Ignacio Munyo

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