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Elecciones e inflación

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ignacio munyo
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El presidente de los EE.UU., Joseph Biden, arrancó pisando fuerte. Como resultado de un mega paquete de apoyo fiscal aprobado en el Congreso y un gigantesco impulso monetario, logró una gran recuperación de la economía con tracción para seguir adelante.

No dudó en anunciar su voluntad de ir por la reelección en 2024, pero un rebrote inflacionario complicó sus previsiones.

La inflación en EE.UU. ha venido subiendo desde 1,4% a principios de año hasta 6,2% en octubre, el mayor registro en 30 años. La suba de precios se hace sentir en bienes de consumo masivo y en servicios, así como en insumos comerciales esenciales como el transporte, la energía y, cada vez más, la mano de obra. El próximo viernes se conocerá el dato de noviembre y la expectativa es muy grande.

La inflación es la pérdida de valor del dinero con relación al resto de los productos, consecuencia natural de la expansión monetaria. EE.UU. aumentó 34% la cantidad de dinero desde marzo del año pasado, por lo que no debería sorprender lo que está sucediendo. Sin embargo, el impacto no es matemático y siempre hay espacio para la discusión.

Por un lado, están los que creen que la aceleración inflacionaria es transitoria, y lo sostienen en base a desajustes en las cadenas productivas globales, problemas de suministro por restricciones en la producción, suba del costo de la energía y recuperación de la demanda de consumo. Por otro lado, están los que aseguran que la suba de la inflación ya es permanente.

La discusión pasó del campo académico al político desde el momento en que el presidente comienza a sentir la presión. La confianza del consumidor cayó a los niveles más bajos en una década, tanto que, según la Universidad de Michigan, “refleja la creencia de que la administración Biden no ha logrado abordar adecuadamente la suba de la inflación”.

La inflación es resultado de una infinidad de micro decisiones y afecta más a los que menos tienen.

En este marco, los precios del combustible son particularmente sensibles. Pero es poco lo que Biden puede hacer más allá de liberar la reserva estratégica de petróleo o pedir a Rusia y Arabia Saudita que aumenten la extracción.

El aumento inflacionario ha llevado a que Jerome Powell, recientemente reelecto al frente de la Reserva Federal, anuncie el retiro de las medidas de expansión monetaria y próximas subas en las tasas de interés, que se encuentran en valores negativos históricamente bajos. La situación actual le da margen de maniobra, pero, late el riesgo de que al reducirse la incertidumbre asociada a la pandemia tenga que subir las tasas rápidamente, lo que afectaría más negativamente a los mercados emergentes.

La realidad es que hoy la inflación nubla los buenos datos de creación de empleo y la aprobación de la ley que impulsa una gran inversión en infraestructura y mejoras en programas sociales. La aceleración inflacionaria explica también el fuerte rechazo de los republicanos, e incluso de demócratas, al proyecto de ley que impulsa un nuevo paquete de gasto público.

La inflación se manifiesta como el resultado de una infinidad de micro decisiones de fijadores de precios que solo se alinean con políticas económicas que den señales creíbles; y es un impuesto que afecta más a los que menos tienen. Falta mucho, pero la suerte del gobierno y por ende la elección de 2024 depende, en buena medida, de la inflación: la menos gobernable de las variables económicas.

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