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Un desierto de oportunidades

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Ignacio Munyo
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Recientemente tuve la oportunidad de viajar a Dubái para participar del Foro Global de Negocios Emiratos-América Latina, organizado por la Cámara de Comercio de Dubái. Fue una gran experiencia que superó con creces la expectativa que tenía. A continuación voy a internar compartirla con ustedes.

Primero me voy a concentrar en el desarrollo de Emiratos, porque vale la pena. Los Emiratos Árabes Unidos son una monarquía constitucional, federal y electiva, con 9 millones de habitantes —de los cuales el 70% son extranjeros— y un ingreso per cápita 5 veces superior al nuestro. Es cierto que son el séptimo productor mundial de petróleo y gas natural. Sin embargo, en los últimos 30 años han logrado diversificar y sofisticar su economía: mientras el petróleo y gas natural explicaban el 75% del PBI en los 80, hoy representan tan solo el 25%. Sectores como el desarrollo en infraestructura, el transporte, los servicios financieros, el comercio y el turismo son los motores de la economía.

La transformación productiva y la mejora en el nivel de vida no fueron casualidad. Se basaron en un fuerte liderazgo de Mohammed Bin Rashid Al Mak-toum, actual primer ministro. La base de la fórmula la revela en su libro "Reflexiones sobre felicidad y positividad", que aproveché a leer en el largo vuelo de regreso a Uruguay. "Felicidad" definida por el autor como un estilo de vida, y "positividad" como los lentes a través de los cuales mirar el mundo, a las personas y la vida en general.

Confieso que me resultó especialmente atractiva la importancia que le asigna al simple hecho de sonreír. "Usualmente se piensa que la gente sonríe porque está feliz, pero se deja de lado que sonreír, por sí mismo, genera felicidad. (….) También es común pensar que el éxito lleva a la felicidad, lo que es falso porque, en el fondo, es la positividad lo que lleva a la felicidad y la felicidad lo que lleva al éxito". "Sonreír es un lenguaje universal que todos entienden y ante el cual todos responden. Es muy difícil resistirse a una sonrisa. Sonreír impacta en la productividad, felicidad y éxito".

No debería sorprender el énfasis en la "felicidad" cuando el mundo árabe aparece entre los peores lugares en la medición del Reporte Mundial de Felicidad, especialmente en el capítulo dedicado a la juventud. "Nuestro objetivo es crear las bases de una sociedad donde la felicidad individual pueda florecer. Y esperamos que la fórmula pueda beneficiar también a otras naciones de la región". Lo dice en blanco y negro: "hay 200 millones de árabes que enfrentan básicamente dos alternativas: perder la esperanza en el futuro y enredarse en el extremismo, o tener una genuina creencia en una vida mejor, que se traduzca en energía positiva para construir mejores naciones".

La receta parece simple: "desarrollo nacional basado en valores fundamentales, liderado por gente joven y focalizada en un futuro en el cual se proyecte la felicidad".

Más allá de las diferencias culturales, Emiratos es un oasis en el medio del desierto de Arabia, ávido por comprar alimentos de calidad y con muchos recursos para invertir. Para los que creemos que la profundización de la inserción internacional es hoy una reforma vital para el Uruguay, una oportunidad así no se puede dejar pasar.

Uruguay exporta solo US$ 9 millones al año a Emiratos (0,1% del total de nuestras exportaciones). Lácteos y carnes son los principales productos, seguidos de cerca por los cítricos y caballos vivos, algo de arroz y medicamentos. Los aranceles que hay que pagar son bajos, oscilan entre 0 y 5%. La única barrera no arancelaria relevante es la certificación halal, rito tradicional árabe que se aplica a alimentos derivados de animales e incluso cosméticos y farmacéuticos. Uruguay está por terminar la puesta a punto pa-ra quedar habilitado, luego de nuevos requisitos exigidos.

El potencial exportador es enorme. No hay que mirar solo a Emiratos como mercado, el puerto de Jabel Ali es la puerta a la Unión Aduanera que comprende toda la Península Arábiga (80 millones de habitantes, destino hoy de tan solo el 0,4% del total de nuestras exportaciones). Y sí, hay que competir con Australia, Nueva Zelanda, EE.UU., Brasil, Argentina: todos exportando en la magnitud esperable.

No pasa lo mismo con nosotros. La distancia a Dubái es casi idéntica desde Montevideo o desde Auckland pero Nueva Zelanda vende alimentos por un valor 100 veces superior al que exportamos nosotros. Sin ir a los extremos, Argentina le vende a Emiratos ocho veces más que nosotros (cifra ajustada por el tamaño relativo de Uruguay y Argentina).

Tenemos un gran equipo en la embajada uruguaya en Abu Dhabi, que se mueve como gato entre la leña. Pero se necesita invertir más. Lamentablemente ha-ce ya un par de años que Uruguay dejó de participar institucionalmente en la Gulfood de Dubái, principal feria de alimentos de la región. Los competidores siempre dicen presente.

Entre octubre de 2020 y abril de 2021 se llevará a cabo en Dubái la próxima Exposición Universal. Aquella misma que se hizo en París conmemorando el centenario de la revolución francesa y que le dejó a la Torre Eiffel de recuerdo.

El gobierno presentó una carta con la intención de participar, pero todavía no firmó el contrato para confirmarlo. Hay que definir el tamaño de lote en el plan maestro y comunicar el "lema país" para poder trabajar en conjunto con la organización en el desarrollo del pabellón. Y el plazo se está cerrando. Ya confirmaron su participación más de 170 países y la gran mayoría ya pagó por sus lotes. No podemos quedar afuera. No tengo duda de que una presencia estratégica en la Expo 2020 debería ser el mojón para posicionarnos en el mercado árabe, porque realmente vale la pena.

Como no puedo generar con palabras la sensación que tuve esos días en Dubái, me conformaría solo con que mire con algo más de cariño a Emiratos la próxima vez que vea un mapamundi. Aunque, estaría bastante más satisfecho si me creyera que para Uruguay es realmente un desierto lleno de nuevas oportunidadespara explotar. Y ni les digo si se quedara pensando lo bien que le vendría al Uruguay empezar a cambiar ceños fruncidos por sonrisas.

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