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¿Cambió el viento?

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Fanny Trylesinski
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Hace casi un año escribíamos que el gobierno frente al virtual estancamiento económico que duraba ya dos años, se limitaba a apostar al crecimiento que vendría de la mano de un cambio en la situación económica internacional (el viento) y a la concreción de la nueva planta de celulosa de UPM.

El crecimiento de los últimos tres trimestres sugiere que el estancamiento ha quedado atrás, aunque el ritmo de crecimiento es menor al del ciclo anterior (hasta 2014). Nuevamente las explicaciones de esta nueva fase están muy ligadas a la coyuntura económica y financiera externa.

La persistencia de tasas de interés muy bajas y la percepción de que estas no van a aumentar ni mucho ni pronto, hicieron retomar el atractivo por las colocaciones de capital en los países emergentes, lo que provocó una revalorización de las monedas locales frente a las de los países desarrollados.

Por otra parte, se ha consolidado un crecimiento significativo de las economías desarrolladas (Estados Unidos, Europa, Japón), mientras que las regionales (Argentina y Brasil) logran finalmente salir de la recesión en la que estaban hace un año. En el último semestre se alinearon las principales economías del mundo en una tendencia al crecimiento que va desde tasas muy incipientes (Brasil) a tasas muy aceptables para los países desarrollados (entre 2 y 3 por ciento) hasta tasas del orden del 6-7 por ciento para China e India.

Es conocido el efecto que tiene en el corto plazo la sobrevalorización cambiaria en el consumo privado, que junto a un mayor dinamismo mundial, el volumen de la zafra de soja, un nivel de faena de vacunos por encima del normal y una extraordinaria temporada turística de la mano del superatraso cambiario argentino, explican el comportamiento de la economía uruguaya en estos últimos trimestres.

El viento cambió y el gobierno pasó de la preocupación al alivio aunque en los hechos nada relevante ha impulsado en este año (igual que en los dos anteriores) para lograr cambios que apunten a crear un ambiente apropiado para un crecimiento económico sostenible más allá de para dónde sopla el viento.

La impresión que uno tiene es que los desvelos de la conducción económica se consumen en una lucha denodada por "cerrar la caja" del Estado y mantener abierta la ventana del financiamiento del déficit fiscal luciendo "serios y responsables", que no está mal, pero que se transforma en un objetivo muy avaro si es el único. Por otra parte, la imagen de seriedad solo podrá hacerse creíble con reducciones efectivas del déficit fiscal y no solo con promesas.

Probablemente el crecimiento se extienda por un tiempo más pero no será espectacular. Los datos duros del Uruguay, que pasan por la insuficiencia de la inversión, la escasa innovación y los paupérrimos resultados educativos que presagian serios problemas en la formación de capital humano, no los mueve nadie. No se puede esperar nada alentador para el mediano y largo plazo si no se encara un nuevo proceso de reformas que estos tres gobiernos no encararon y al que parecen haber renunciado definitivamente.

Queda, por tanto, "prenderle una velita" a los finlandeses, no se sabe muy bien a qué precio y con qué beneficios, aunque solo sirva para decorar el crecimiento durante un par de años.

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